Esta semana se cerraba un capítulo en uno de esos crímenes que realmente parecen inexplicables. Los 6 hombres y las 3 mujeres del jurado popular declaraban culpable a Alejandra G.P., acusada de matar al hijo de su pareja de 8 años, en Elda (Alicante), en un caso que recordaba mucho al conocido caso del niño Gabriel, asesinado Ana Julia Quezada, también pareja de su padre.
Pese a los intentos de esta mujer de 33 años de demostrar su inocencia, el relato que ha mantenido durante los días que ha durado el juicio (a través de una logopeda, ya que es sorda y desconoce el lenguaje de signos) no ha sido creído por el jurado.
Este ha considerado probado que el 30 de agosto de 2017 acabó con la vida de Dominique, el niño de 8 años con síndrome autista que su pareja Daniel había adoptado. Se considera probado que lo mató asfixiándolo por celos y por qué le molestaba en su relación con su padre de acogida.
Se explica que en el día en que ocurrieron los hechos le «atrapó con una camiseta el cuello del menor de ocho años hasta causarle la muerte por estrangulamiento». No se ve factible que la muerte del pequeño se debería a un accidente tal y como defendió Alejandra ante el tribunal.
De un atragantamiento a un falso robo y agresión sexual
Y es que ella siempre defendió que en ningún momento tuvo intención ni voluntad de matar al niño de ocho años. Su relato siempre fue que no pudo evitar que el niño muriera en un trágico accidente mientras comía y en un despiste suyo.
Ella explica que aquel 30 de agosto Dominique tenía hambre y que le dijo que esperará a la hora de comer y mientras se duchaba. Pese a ello, si le sacó unas lonchas de jamón york que habrían sido la causante de su muerte.
Relataba recordar una «una situación inexplicable». Y es que el niño estaba teóricamente jugando y mientras ella se quitaba la ropa para meterse en la ducha, vio un «movimiento muy raro» del menor y le dio la impresión que se había atragantado y que se estaba ahogando.
Su gesto instintivo fue meter la mano en la boca para sacar fuera la comida. Explicaba que los dos cayeron al suelo y que sabía que no había actuado correctamente. Según su versión, intentó hacerle el boca a boca, pero el niño empezó a expulsar espuma por la boca y acabó falleciendo.
Ante la muerte de Dominique, tuvo miedo en ese momento y se sintió «bloqueada». Afirmaba que no quería fallar al padre del niño y que se acabaría inventando un relato por temor a perderlo. Y es que antes del juicio había explicado una versión totalmente surrealista de lo ocurrido aquel fatídico día.
Llegó a intentar simular un intento de robo dentro de la vivienda por parte de dos personas vestidas de motoristas que habrían acabado con la vida del niño también tras una supuesta agresión sexual. Para dar credibilidad, rasgó sus ropas y las del menor con unas tijeras, se autolesionó y destrozó varios objetos de la casa.
Las acusaciones quieren la prisión permanente revisable
Pese a que mostró arrepentida de estas últimas mentiras, la Fiscalía y la acusación particular en ningún momento dieron peso al posible accidente. Siempre defendieron que tenía planificada la muerte del niño, ya que «no podía soportar al menor». Por estos motivos le piden al juez que le imponga la pena de prisión permanente revisable.