La mayor parte de los sectores productivos españoles al frente de esta actual pandemia de la covid-19, están sufriendo consecuencias económicas agravadas con el paso del tiempo. Y es que esta situación de emergencia a incidido en la economía de todos ellos, especialmente aún más, en el de la hostelería y el turismo.
Tanto es así, que la crisis también está jugando una difícil pasada en los pequeños comercios y comerciantes de estos mismos.
«Hola, soy Antonio el panadero»
Esas son las palabras que refleja una nota que han recibido ya una gran cantidad de vecinos de Sevilla en la puerta de su casa en estos días. Antonio, el autor de esta misma, señala en la nota: «llevo repartiendo pan toda la vida».
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Un escrito que se ha hecho eco entre todos los vecinos y visitantes del lugar y que, además, el mismo, no es nuevo, sino que tiene ya más de 8 años. Es decir, la nota continúa estando escrita de la misma manera, que la formuló hace ya uno años en 2013, momento en el que Antonio se fue al paro y de donde todavía no ha logrado salir.
Asume que no es necesario variar ni una sola coma, puesto que su situación económica no ha variado y que por el momento sigue teniendo que pagar una hipoteca y dos hijos que mantener. «Lo único que debía haber cambiado es la edad, pone 56 y ya tengo 64 años», confiesa.
Antonio volvió de sus labores dentro del servicio militar hace ya algunas décadas, y se gana la vida repartiendo pan, tal y como lo hizo antes su hermano, ya fallecido. Una tradición familiar traducida en un modo ganarse la vida, cada vez más popular en Sevilla, aunque hoy, tristemente, la situación ha dado un giro de 360 grados al haber sido extinguida en mayor medida por los propios supermercados.
«Antes repartía 200 bollos en un edificio a las 7 de la mañana y a mediodía pasaba otra vez por el mismo sitio y vendía otros 150», recuerda con nostalgia.
Aquellos días eran buenos tiempos, la gente apreciaba su trabajo, apostaba por el mismo, por la calidad del pan. Ahora mismo tan solo vende algunos panes diarios y se ha visto obligado a acudir puerta a puerta para ampliar su ‘cartera de clientes’. «Podré traerles el pan todos los días y ello me dará la oportunidad de sacar mi familia adelante», explica en su nota que aparece acompañada con una cara del mismo protagonista con rostro sonriente.
Sin lugar a dudas, esta crisis sanitaria y sus continuas restricciones, están afectando de manera directa a una gran parte de los negocios y trabajadores a la hora de ganarse la vida.
En su caso, la casa de Antonio está en Burguillos, a 20 kilómetros de Sevilla, y en muchas ocasiones no ha podido salir de su pueblo ni siquiera para trabajar. Un hecho que le ha dificultado en gran medida y que asume que, a pesar de la distancia de alguna de las rutas a la hora de trasladarle el pan a sus clientes, «había que llevarlo porque muchos de mis clientes no tienen a nadie que se lo acerque».
Antonio es viudo desde hace 17 años, un auténtico padre coraje que sacó adelante a su hijo y a su hija, que por aquellos momentos apenas tenían 12 y nueve años, respectivamente. En la actualidad, casi veinte años después, en algunas ocasiones es su hijo el que le ayuda a repartir las barras de pan a los vecinos.
Los dos continúan con la tradición familiar y recorren Sevilla colgando bolsas de pan en las puertas de la gente como hacían antaño y como parece que en muchos momentos se ha olvidado ya en la ciudad.