Las mascarillas siguen generando debate y polémica: ¿Hay que llevarlas? ¿Dónde? ¿Y quienes? En un principio la OMS se inclinó por recomendar su uso sólo al personal sanitario y gente en contacto con enfermos, y el Gobierno de España pasó de no recomendarlas al uso obligatorio en transporte público.
Ahora, Sanidad estudia hacer extensible la obligatoriedad a todos los lugares públicos, pero no tardaron en aparecer voces críticas que advierten: el uso de mascarillas no siempre es efectivo y además puede causar problemas añadidos en cierto grupo de personas.
«Hay grupos de población que no pueden usarlas», decía esta misma semana el director del centro de emergencias sanitarias, Fernando Simón, según el cual hay que dar más importancia a respetar la distancia de seguridad de dos metros. Esta es la tesis de la OMS, que advirtió desde el primer momento del peligro de la falsa sensación de seguridad que ofrecen las mascarillas.
El principal problema que Simón ponía para la extensión del uso obligatorio de mascarillas es que hay un tipo de personas para el que este medio de protección puede ser un problema, y en el caso de que se decrete la obligatoriedad, Sanidad tendría que garantizar el derecho de estas personas a abstenerse. ¿A qué gente se refiere?
Se trata de personas con patologías respiratorias, gente con problemas de ansiedad y, también, algunos niños.
En el caso de los enfermos, la mascarilla obstaculiza la entrada de aire por las vías respiratorias y puede causar problemas sobre todo a un tipo de pacientes, los que sufren EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica).
En estas personas los bronquios, que son los encargados de bombear oxígeno a los pulmones, están obstruidos e impiden respirar con normalidad, y aunque son uno de los grupos de mayor riesgo frente al contagio, a la vez la mascarilla puede agravar sus dificultades para respirar.
Pero además, el uso de mascarilla puede desencadenar una crisis de ansiedad en personas con este tipo de trastornos mentales. La pandemia del coronavirus ha aumentado la sensación de estrés en muchos pacientes, y los expertos advierten del incremento de enfermedades mentales y desequilibrios a causa del confinamiento prolongado.
Las crisis de ansiedad causan sensación de ahogo e hiperventilación, dos síntomas que pueden agravarse con una mascarilla en la boca. Por eso las autoridades sanitarias aconsejan a las personas proclives a la ansiedad que no usen este tipo de material.
El problema con los niños es que el hecho de llevar la mascarilla ajustada a la cara resulta incómodo y se la tocan a menudo para quitársela y volvérsela a poner, o reajustarla, lo cual incide en un mayor riesgo de contagio. Los expertos advierten de que los niños son el grupo de población que más se tocan la cara de forma inconsciente.
La clave la dio la propia portavoz del Gobierno, María Jesús Montero: «La evidencia pone de manifiesto que la utilización de mascarillas es menos eficiente en los niños, que respeta menos el uso de esta protección al tocarse más la cara con las manos».