En la memoria colectiva ha quedado como el crimen más salvaje que ha vivido la ciudad de Vitoria. Ocurrió el 20 de abril de 2018 en el domicilio de las dos mujeres. Javier mató a su exmujer, María José, y a su madre Florentina, quemó el piso y se arrojó al vacío.
El viernes fatídico, María José Bejarano, de 43 años, estaba junto a su madre Florentina, de 69, en el domicilio familiar. La misma casa que meses antes había compartido con Javier, su expareja. Los dos hijos que tenían en común, de 9 y 11 años, estaban en el colegio.
De pronto irrumpió Javier y, cuchillo en mano, fue directo a por las dos mujeres en el mismo pasillo. Primero asestó varias puñaladas en el torso de su exmujer. Luego fue detrás de Florentina, que intentó escapar pero fue atacada en el descansillo del piso inferior.
Cometidos los dos crímenes, el agresor volvió a meterse en casa y prendió fuego a la vivienda. Luego se descolgó por la ventana del octavo piso ante la mirada aterrorizada de los vecinos. El infierno terminó con el hombre arrojándose al vacío.
Justo cuando iba a impactar contra el suelo, los bomberos extendieron una lona que le salvó la vida. Fue trasladado al hospital y quedó detenido por el doble crimen. El juicio arrancará a principios de 2022, y piden para el acusado penas de 50 años de cárcel.
Dos tragedias con un mismo eco
En Vitoria nadie ha podido olvidar el crimen de la calle Julián Arrese. Desde allí llegan aún los ecos de la tragedia, el mismo día que otro hombre ha acabado vilmente con la vida de su expareja. Ha sucedido esta mañana, en el barrio vitoriano de Sansomendi.
Óscar, un hombre de 42 años, ha matado a su mujer Erika, de 37, y luego se ha suicidado. Ha ocurrido en el domicilio familiar, donde estaban sus dos hijos de 13 y 17 años. Según ha desvelado su propio entorno, la pareja se estaba separando y llevaban meses sin convivir.
Pero Óscar no había superado la separación y solía decir a su círculo más próxima que un día la iba a matar. Lo mismo sucedió con Javier, que nunca aceptó que su mujer quisiera separarse. En ambos casos cumplieron su amenaza de la forma más salvaje.
Javier mató a su exmujer y a la madre de esta a cuchilladas, de la misma forma que Óscar ha degollado a Erika con un cuchillo de cocina. Uno intentó suicidarse y no lo logró, el otro ha clavado el cuchillo de forma certera en su pecho. Dos tragedias parecidas, con un mismo denominador.
El piso quedó completamente calcinado
El cadáver de María José apareció en la planta baja del bloque, mientras que Florentina aún respiraba cuando la encontraron. Estaba en el suelo, desangrándose, y moriría instantes después. Junto al cuerpo de su hija encontraron un pequeño pedazo de cuchillo, el mismo que utilizó el agresor para acabar con su vida.
El asesino sobrevivió y tuvo que enfrentarse al delito que cometió. Pero los investigadores se encontraron con muchas dificultades a la hora de recabar pruebas. El piso estaba completamente calcinados, y fue muy difícil reconstruir la escena del crimen.
Sin denuncias previas
No constaba ninguna denuncia por violencia machista ni antecedentes penales de Javier. María Jesús trabajaba en una de las clínicas de ortodoncia más reputadas de Vitoria. Dos meses antes del crimen decidió poner fin a la relación con su marido y padre de sus hijos.
Javier se fue a vivir a Arrasate, en Guipúzcoa, pero nunca se sacó de la cabeza a su mujer. En abril de 2018 se plantó en la vivienda donde habían vivido juntos tantos años, y cumplió su amenaza. Dejó huérfanos a dos niños y a toda la ciudad con un dolor que no cesa.
Apenas unos días después del asesinato, los compañeros de trabajo de María José escribieron una impactante carta. “Seguro que desde el cielo cuidarás de Aitana y David junto a tu madre. Nosotros desde aquí te ayudaremos”, se podía leer. La recordaban como era, “con esa alegría contagiosa, con esa sonrisa maravillosa ahora ya es eterna”.