Manuela Torres y Virginia Guerrero tenían 13 y 14 años cuando desaparecieron sin dejar rastro. Fue en abril de 1992, pero su caso quedó eclipsado por el del crimen de Alcàsser. En ambos hay coincidencias asombrosas, pero este suceso quedó en el olvido.
Las dos amigas fueron a una fiesta a 30 kilómetros de su casa y al volver hicieron autostop. Nunca se volvió a saber de ellas. A Míriam, Toñi y Desirée, las adolescentes del caso Alcàsser, también las secuestraron mientras hacían autostop para ir a una discoteca.
La desaparición de Manuel y Virginia en el trayecto desde Cantabria a Palencia cayó en el olvido. Pero el conocido como «el Alcàsser de Palencia» ha vuelto a la actualidad gracias a un programa de televisión. Hay nuevas pistas que han ayudado a reabrir el caso.
Su historia apareció en el programa Viva la Vida de Telecinco, y los detalles llamaron la atención de una espectadora. En aquella misma época, en el mismo lugar, vivió una situación igual junto a una amiga. Su testimonio ha sido clave para rescatar este suceso del olvido y la impunidad.
Caso Alcàsser de Palencia: La desaparición de Manuela y Virginia
El 23 de abril de 1992, Virginia le había pedido a su madre dinero para comprar una tarta. Esa tarde tenía que ir a una fiesta de cumpleaños en su pueblo de Aguilar de Campoo (Palencia). Pero ella y su amiga Manuela tenían otros planes: subieron a un tren en dirección a Reinosa (Cantabria).
Se fueron de fiesta a 30 kilómetros de su casa sin decírselo a sus padres. Una chiquillada que les salió cara, porque volvieron haciendo autostop y nunca más volvieron a saber de ellas. La principal hipótesis es que alguien las montó en su coche y las secuestró.
Virginia había nacido en la localidad palentina, y era una niña “buena, tímida y tranquila”. Manuela había llegado de Francia con su madre, recién separada con su padre. Su difícil situación la unió a Virginia y a su familia, que la ayudaron a integrarse en el nuevo lugar.
La noche de los hechos estuvieron en la discoteca Cocos y en una zona de bares de Reinosa. Un testigo asegura haberlas visto haciendo autostop cerca de una fábrica de galletas. Eran las nueve de la noche, y su intención era volver a casa haciendo dedo.
Al ver que las niñas no volvían, las familias denunciaron su desaparición a la Guardia Civil. Pero en aquella época los protocolos estaban desfasados, y su búsqueda no empezó hasta al cabo de 48 horas. Un lapso de tiempo que pudo ser crucial para el desenlace del suceso.
Una hermana de Virginia recuerda la frase que le dijo un uniformado: “Se han ido de fiesta, ya volverán cuando ellas quieran”. Otra le dijo a la madre de Manuela “que no eran horas de molestar ni ponerse a buscar a nadie”.
Pistas falsas y caso archivado
Con la investigación ya en marcha apareció un dato crucial: las niñas se habrían subido a un Seat 127 blanco con matrícula de Valladolid. Esto nunca se llegó a demostrar, pero se investigaron varios coches de esta marca en la zona. Las pesquisas no dieron resultado.
El caso adquirió relevancia tras su aparición en “Quién sabe dónde”, un popular espacio de televisión presentado por Paco Lobatón. A las familias les empezaron a llover las llamadas de gente que decía haber visto a las niñas. Algunas veces eran simples errores, otras solo ganas de hacer daño.
En octubre de 1994 encontraron dos cráneos cerca del lugar donde desaparecieron las niñas. Pero los análisis forenses descartaron que fueran de Manuela y Virginia. Tres años después encontraron a dos jóvenes parecidas en Madrid, pero no tampoco eran ellas.
Tras varias pistas falsas y una investigación errática, el caso quedó archivado en el juzgado de Cervera de Pisuerga. Durante este tiempo las familias han tratado de pasar página y seguir con sus vidas. Pero nunca han abandonado la fe en encontrar a las niñas.
La peor parte se la llevó el padre de Manuela, José, que volvió de Francia tras la noticia de la desaparición. El hombre enloqueció y tuvo que recibir tratamiento en un psiquiátrico. “Nunca más volvió a ser él mismo”, explica la madre de Manuela, con la que retomó la relación poco después.
La televisión ayuda a reabrir el caso
Al escuchar el relato de los hechos, el pasado mes de febrero en Viva la Vida, una espectadora tragó saliva. Se parecía mucho a lo que ella había vivido entonces junto a una amiga. Una experiencia que ahora se ha atrevido a contar, y que ha ayudado a reabrir el caso.
Según ha narrado, ella y su amiga estaban esperando un taxi para volver a casa de noche después de salir de fiesta. Un desconocido les ofreció llevarlas en coche. Pero en vez de seguir el camino habitual hacia su casa, cogió un desvió alejándose cada vez más.
Fue entonces cuando una de las jóvenes provocó un volantazo del conductor que acabó con el coche fuera de la vía. Así lograron zafarse del presunto secuestrado y volver a su casa sanas y salvas. Pero al haberse escapado de su casa sin el consentimiento de sus padres, nunca denunciaron los hechos.
Esta espectadora de Telecinco acudió a la Guardia Civil para contar lo que le había ocurrido hace más de 30 años. El conductor ya ha sido detenido y tratan de esclarecer si tuvo algo que ver con la desaparición de Manuela y Virginia. Así, por pura casualidad, podría acabar viendo la luz un caso enterrado en el olvido.