La Audiencia Provincial de Madrid juzga a Manuel Moreno. En 2017, cuando tenía 42 años, mató a su novia Daria, de 22. Primero la agredió, luego le clavó un cuchillo en la espalda, y una vez muerta la descuartizó y la guardó en un arcón congelador.
La pareja se conoció en verano de 2014, e iniciaron una relación llena de ilusión. Poco después se fueron a vivir juntos a una habitación de un piso compartido, en Alcalá de Henares. La relación funcionó al principio, pero poco a poco se fue deteriorando.
Daria Oliva era una chica de origen ruso, que había sido adoptada por una familia española junto con sus dos hermanas. La madrugada del 6 de octubre de 2017, volvió a casa tras acabar su jornada de trabajo en un pub de la misma localidad.
Eran las 4 de la mañana cuando ella y su ex novio empezaron una discusión. Las palabras subieron de tono y él la mordió en el brazo y le dio un puñetazo. La joven, gravemente herida, no pudo defenderse de las dos cuchilladas que le asestó en la espalda.
Así lo recoge el escrito de la fiscalía, que pide para el acusado 20 años de prisión por los delitos de asesinato, profanación de cadáveres y estafa. También una indemnización de 240.000 euros para los padres, y 7.000 por cada hermana.
La descuartizó en siete trozos
Según el relato del fiscal, en el momento del crimen Manuel y Daría ya no eran pareja. Ella había decidido cortar la relación un mes antes. Pero por motivos económicos, los dos seguían viviendo juntos en la habitación alquilada.
Tras el asesinato de su ex novia, descuartizó el cuerpo en siete trozos y los guardó en un arcón congelador que tenía en el cuarto de baño. Allí estuvieron 16 meses, hasta que los encontró la policía en un registro con orden judicial.
Al abrir el frigorífico se encontraron con el cuerpo de la chica congelado, adherido a las paredes del arcón. Encima del congelador había cinco ambientadores y tres quemadores de incienso. El asesino lo había planeado todo al detalle.
Hizo creer a todos que estaba viva
El plan de Manuel contaba con otra pata: controlar las redes sociales de su ex novia. Tras haberla matado, cambió las contraseñas de su correo electrónico y pidió vincular su cuenta de WhatsApp a un nuevo número desde el cual tenía acceso.
Su finalidad era «controlar sus perfiles» y hacer creer a todo el mundo que ella seguía con vida. Incluso mandó un mensaje al casero haciéndose pasar por ella. Le decía que se marchaba de Madrid, y que a partir de entonces la renta la pagaría Manuel.
En Facebook colgó un mensaje de la joven: «Haciendo varios cambios en mi vida, si no vuelves a saber nada de mí tú no eres uno de ellos». También utilizó su tarjeta de crédito para hacer una compra en un estanco.
Un año y cuatro meses después
Daria no tenía relación cercana con su familia adoptiva, y esto facilitó que en los primeros meses nadie la echara de menos. Un año más tarde, en diciembre de 2018, su madre denunció su desaparición. No le había escrito por su cumpleaños, ni por Navidad.
El Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Alcalá de Henares autorizó la entrada y registro del domicilio. Era febrero de 2019, un año y cuatro meses después del asesinato. En un primer momento, Manuel aseguró que habían cortado y que ella se había ido de Madrid.
«¿No os fiáis de mí o qué», les dijo a los agentes para intentar disuadirles. Pero la policía siguió con el registro, y al abrir el congelador descubrieron su macabro secreto. Fue inmediatamente detenido y desde entonces se encuentra en prisión provisional.
Esta semana ha arrancado el juicio por el macabro crimen de Daria en la Audiencia Provincial. Manuel tendrá difícil demostrar su inocencia y esquivar la cárcel.