Un hombre con las manos esposadas

El menor que acabó con la vida de su padrastro en España: 'Ella me obligó a hacerlo'

«Escuché que jadeaba y se resistía, y le dije que lo dejara porque esa no era la manera. Yo no quería que sufriera»

El menor acusado de participar en el asesinato de su padrastro, Isaac Guillén Torrijos, el expolicía local de Catarroja, obtendrá la libertad provisional en los próximos días tras cumplir los nueve meses de internamiento, el plazo máximo que permite la ley.

Por su parte, el joven confesó que había ayudado a su madre a cometer el crimen contra u padrastro, pero se exculpó con frases como «yo no quería que sufriera» o «pedí a mi madre que lo dejara» cuando Beatriz F. C. estranguló, presuntamente, con el cordón de una zapatilla a su marido.

Las palabras del joven son realmente duras y estremecedoras, y la víctima era especialmente vulnerable por su discapacidad. La enfermedad que esta padecía, ataxia cerebelosa, le impidió defenderse y pedir auxilio, ya que solamente podía moverse y balbuceaba, cuando empezaron a gasearlo dentro del coche y cerraron las puertas para evitar que este no saliera.

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Según la declaración del adolescente, Isaac ya estaba muerto cuando su mujer y su hijastro se dispusieron a enterrar el cuerpo en la parcela de Godelleta. Antes de tirar el cadáver a un agujero y taparlo con tierra y piedras, el menor se ocupó de verificar que su padrastro no respiraba ni latía su corazón. Los resultados de la autopsia preliminar determinaron el estrangulamiento como causa de la muerte, y según informaron fuentes jurídicas, el informe definitivo de los forenses ratificó que el expolicía ya estaba muerto cuando lo enterraron.

Su actual pareja, Beatriz comenzó a planear el crimen meses antes, según su hijo, y compró la parcela de Godelleta para deshacerse del cadáver. «Me iba contando poco a poco el plan y me obligó a ayudarle a matar a Isaac», declaró el menor.

Relato del crimen

Tiempo antes, el 1 de diciembre de 2019, ella convenció a su marido para tomarse unas pastillas que le aliviarían sus dolencias. Las dudas existían y como el marido no se fiaba, su mujer ingirió una cápsula, que previamente había vaciado, para que accediera a su consumo.

Mientras que la mujer esperaba que hicieran efecto los fármacos, Beatriz le dijo a su hijo que se quedara dentro del coche con él y ella entró en un centro comercial para hacer unas compras. Una vez las hizo, ella volvió al coche y se fueron los tres juntos dirección al terreno de Godelleta. Antes de llegar depositaron sus teléfonos y el de la víctima en las casas de una amiga y una prima de la presunta asesina. «Mi madre me dijo que así no podrían rastrear los sitios donde habíamos estado», manifestó el joven.

Ya dentro de la parcela, conectaron una manguera a una bombona de gas butano, abrieron la espita, pusieron la salida del tubo junto a la cabeza de Isaac, que estaba en estado inconsciente en el asiento del copiloto, y cerraron las ventanillas y la puerta del coche.

Los dos causantes de la tragedia se marcharon a pasear y regresaron media hora después. «Mi madre se acercó al coche y vio que aún se movía, y nos fuimos otra vez, paseamos otra media hora y volvimos», explicó el menor. Ahí Isaac seguía con vida, y la mujer le pidió a su hijo que le diera el cordón de una de sus zapatillas para estrangularlo.

«Escuché que jadeaba y se resistía, y le dije que lo dejara porque esa no era la manera. Yo no quería que sufriera. Mi madre contestó que ya no podía echarse atrás, que tenía marcas en el cuello y nos podría denunciar», relató el adolescente.

Una vez sucedido el asesinato, Beatriz y su hijo hicieron creer a sus familiares y amigos que Isaac se había marchado voluntariamente para suicidarse con la ayuda de alguien, porque estaba deprimido por la grave enfermedad que padecía. Según informaciones del medio ‘El Confidencial’, en los días posteriores los autores del asesinato volvieron a la finca y echaron sosa cáustica al cadáver. Igualmente, Beatriz envió mensajes con el móvil de su marido para simular una desaparición voluntaria y con la misma, un suicidio.

Siete meses después, fueron los que le llevaron al Grupo de Homicidios de la Policía Nacional de Valencia a descubrir el crimen, detuvieron a los presuntos asesinos y finalmente tras jornadas de una difícil investigación, encontraron el cuerpo sin vida que permanecía en estado de descomposición, aunque los forenses sí que pudieron determinar la causa de la muerte.