Mientras Sanidad ultima con las comunidades autónomas su plan de restricciones de cara a la Semana Santa, un grupo de investigadores ha hecho una propuesta: retrasar la festividad tres semanas. Con los datos en la mano, retrasar la Semana Santa 21 días conseguiría reducir hasta 300 muertes diarias, y favorecer el avance de la vacunación.
Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid proponen que el Viernes Santo sea el 23 de abril, y no el 2 como está planteado en el calendario actual. Esto permitiría ganar tiempo, llegar al periodo vacacional con más gente inmunizada.
Según sus cálculos, con esta medida se podría aumentar en más de 1,5 millones las personas vulnerables que recibirían una nueva dosis. Esto permitiría «aumentar la vacunación de personas vulnerables y favorecer una reducción muy importante del riesgo de contagios asociados a periodos festivos, como se demostró en diciembre».
Sus previsiones prevén incluso escenarios más optimistas, «puesto que la previsión es que el flujo de vacunas aumente». Creen que retrasar la Semana Santa supondría una reducción muy considerable en cuanto a ingresos hospitalarios y defunciones. Teniendo en cuenta que el 70% de los muertos tiene más de 80 años, «en un rebrote como en enero con 500 muertos diarios durante algunas semanas, posponer 21 días la Semana Santa podría permitir evitar del orden de 300 decesos al día si se consiguiera la vacunación casi completa de ese grupo de edad».
«Dado que hoy no estamos en ese pico», prosigue, «la horquilla depende de cómo evolucione la pandemia. En caso de repunte pronunciado (aunque no como el de enero) posponer esta festividad podría llegar a evitar entre 50 y 200 muertes al día según la cepa y la situación epidemiológica, pero es un dato aproximativo».
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20 de abril, una fecha 'perfectamente aceptable'
Por un lado, tienen en cuenta las dificultades que supone cambiar el calendario con tan poco margen de tiempo, ya que solo queda un mes para Semana Santa. Pero por otro lado creen que celebrarlo el 20 de abril no es algo tan extraño: si el primer plenilunio de la primavera hubiese caído del 18 al 20 de abril, las festividades hubieran coincidido con esta fecha.
Por eso defienden que la nueva fecha que ellos proponen «es perfectamente aceptable para la sociedad, que ya ha disfrutado de esos periodos vacacionales, y más fácilmente adaptables en entornos educativos o laborales». En su opinión, una Semana Santa segura ayudará a sobrellevar la fatiga pandémica tras un año de virus, y favorecerá a los sectores de la economía más castigados por la crisis, como la hostelería y el turismo.
En su estudio concluyen que «el aplazamiento sería una medida que ayudará a mejorar de forma sustancial el propósito de evitar la pérdida de vidas, al disminuir sensiblemente el riesgo de contagios, y además aliviaría el impacto económico y conseguiría un mejor bienestar del conjunto de los ciudadanos».
Otra ventaja, la climatología
Los autores del estudio exponen que «permitiría que el período vacacional coincidiera con fases de menor rigidez, y todo ello tendría beneficios para el conjunto de la sociedad que podría disfrutar del merecido descanso, con menor limitación de libertades. Se valora también el impacto positivo en sectores especialmente castigados y de elevado peso en la estructura económica de nuestro país, como la hostelería y el turismo».
Además, ven otra ventaja: la meteorología. A su parecer, «en una enfermedad claramente condicionada por los contagios en interiores, un tiempo que permita una mayor actividad en el exterior tendrá un efecto favorable». Los investigadores valoran que tres semanas de retraso, en un mes de transición entre el invierno y el verano como es abril, permitirá el desarrollo de actividad al exterior, «entre ellas las actividades de hostelería».