La pandemia ha dejado tras de sí un largo rastro de tragedia y dolor que con nombres y apellidos. Algunos casos son especialmente duros. Como el de Luis Gutiérrez, un burgalés de 88 años fallecido por coronavirus el día de su cumpleaños a 500 kilómetros de su casa, a la que no pudo volver por los cierres perimetrales.
Esta dramática historia empieza en en enero, cuando todos los miembros de una misma familia se contagiaron de coronavirus. Todos superaron la enfermedad excepto Luis, el patriarca, que a principios de enero ingresó en el hospital con mal pronóstico. Tras unos días ingresado, los médicos comunicaron a la familia que no había nada que hacer y que podía escoger entre morir en casa o en el hospital.
Pero Luis, vecino de Burgos, estaba a 500 kilómetros de su casa. Hacía unos días que él y su mujer, Rosa, habían ido a casa de una de sus hija Rosana en el municipio valenciano de Villamarchante. «Mi hermana vive en una urbanización alejada con su patio exterior privado y su piscina», explica un hijo de Luis a El Norte de Castilla, «pensamos que era el lugar idóneo, pero luego entró el bicho en casa y se contagiaron todos a mediados de enero».
Fue entonces cuando el estado de salud del anciano empeoró y los médicos dieron la mala noticia a la familia: no había nada que hacer. La idea inicial era pasar unas semanas en Villamarchante y luego volver a Burgos, pero el cierre perimetral decretado en toda España por la tercera ola impidió a Luis volver a su casa para pasar sus últimos días.
A la familia le queda el consuelo de que «pudo pasar los últimos días rodeado de su mujer, su hija y sus nietos, que le querían muchísimo». A 500 kilómetros de distancia, en Burgos, estaban los otros hijos de Luis, que tuvieron que despedirse de su padre por videollamada: «Casi no podía abrir los ojos, pero nos pudo saludar», explica Luis, en nombre de sus hermanos Francisco Javier y Enrique.
Para despedir a su padre, Luis se sentó enfrente del ordenador y con lágrimas en los ojos escribió un poema, que Rosana le leyó antes de fallecer: «Qué grande eres papá, Cid, señor en nuestras vidas. A la sombra de la catedral fuiste a nacer estos días. 6 de febrero llegaste. Albricias por tu venida».
Iba a cumplir 60 años de casado en abril
En pleno duelo por la muerte del padre, la familia de Luis recibió con dolor la llamada del centro de atención primaria para darles cita de vacunación. «Fue el peor momento. Qué injusto, por quince días...», se lamenta su hijo. El 29 de abril, Luis y Rosa iban a cumplir 60 años de casados, una fecha que vivirán con dolor porque el covid se ha llevado a Luis.
Pero también destaca con alegría el ejemplo de unidad que ha dado su familia: «He visto a mis hijos, que también han perdido a sus abuelos maternos en 2019, cómo estaban y lo que han hecho. Les decía que no sabían la suerte que tenían al tener los cuatro abuelos hasta hace muy poco. En el cementerio, en el entierro, uno de mis hijos cantó una canción desgarradora. Mi hija también preparó algo emotivo. Nos quedamos con estos momentos».
Deja un recuerdo imborrable en su familia
Luis Gutiérrez, nacido en Burgos el 6 de febrero de 1933, siempre estuvo muy vinculado con su tierra natal y fue el sustituto del campanero mayor de la catedral, que era su primo. También fue jugador, entrenador y presidente del Club de Fútbol Olimpia, donde su muerte ha sido recibida también con dolor y consternación.
Fue en Burgos también donde Luis se enamoró de Rosa, una cordobesa que había llegado allí porque habían encarcelado a su padre, un dirigente comunista de las minas de Peñarroya. Luis y Rosa se casaron y tuvieron cuatro hijos: Rosana, Luis, Enrique y Francisco Javier. Trabajó en la imprenta Aldecoa y en El Castellano, hasta que se jubiló.
Luis ha dejado un rastro imborrable en los miembros de su familia. «Nos inculcó muchas frases», recuerda su hijo, «tengo un hijo con un grupo de punk que compone canciones con las frases de su abuelo. Les ha entrado en vena. Mi padre decía que no hay libro malo que no te pueda aportar algo bueno».