Lisa Steadman es una mujer de 58 años que se ha convertido en noticia por su experiencia con la COVID. Ella vive en Florida, en Estados Unidos, donde también tuvo que ser ingresada por complicaciones de la enfermedad. Lo que no sabía es que cuando volviese a su casa se encontraría con el cadáver de su marido.
Ninguno de los dos estaba vacunado contra el coronavirus todavía porque preferían esperar. En Estados Unidos a la población le está costando dar el paso y hay mucha gente que no lo hace por miedo. Las autoridades hacen lo posible para convencer a la ciudadanía, pero todavía quedan muchos reticentes.
Ese no será el caso de Lisa, que ya ha admitido que tiene previsto vacunarse en cuanto pueda. Probablemente en el próximo mes, si su médico se lo recomienda, porque todavía tiene algunos síntomas de COVID.
Lisa se contagió con el coronavirus como tantos millones de personas en todo el planeta. Al principio no le dio mucha importancia porque sus síntomas eran leves, pero su situación cambió. Los efectos de la enfermedad empeoraron hasta el punto que necesitó ser ingresada en el hospital.
"Pensé que iba a morir, no podía respirar, no podía dejar de vomitar", explica Lisa. Fueron un total de ocho días en el hospital luchando por su vida, pero afortunadamente fue capaz de vencer al virus.
Cuando su situación mejoró y superó la enfermedad, sus médicos le dieron el alta. Fue entonces cuando su vida dio un vuelco total. Cuando volvió a su casa, en Winter Haven, se encontró con lo que ella describe como una "escena de pesadilla".
Lisa perdió a su marido por COVID
Al entrar en casa se encontró con el cadáver de su marido, Ron. Él tenía 55 años y también murió de COVID, aunque lo hizo en casa y sin ser ingresado. Ninguno de los dos estaba vacunado.
"Fue como entrar en una película de terror y desearía no haberlo visto nunca así, porque no puedo quitarme esa imagen de la cabeza". Esas son las palabras de Lisa para describir una experiencia traumática que la acompañará el resto de su vida.
Durante los ocho días que Lisa estuvo ingresada no pudo ponerse en contacto con su marido. Ella pensó que tenía problemas con el teléfono móvil, y como tampoco están permitidas las visitas en casos de COVID, no le dio importancia.
De hecho, Lisa llegó a hablar con su marido los primeros días. Ron le dijo que tenía problemas para cargar su teléfono, y tras horas sin saber de él, Lisa llamó a la Policía. Los agentes hicieron un control rutinario a su casa, pero en ese momento Ron estaba bien.
Como tenía problemas con su teléfono, Lisa no se preocupó los siguientes días cuando intentó ponerse en contacto con él. Ahora lamenta la situación y recuerda a su esposo, un hombre "dispuesto a ayudar a cualquiera", como ella le describe.
Los médicos piden a la población que se vacune
Su principal objetivo ahora es acabar de recuperarse de la enfermedad y vacunarse. Lo hará con convicción y por responsabilidad, porque la variante Delta ya empieza a causar estragos en Estados Unidos.
De hecho, el estado de Florida es ahora el epicentro de la enfermedad en el país. Según los últimos datos, en los últimos días han muerto una media de 227 personas cada día, la cifra más alta en todo el territorio.
Las UCI de algunos hospitales ya empiezan a estar llenas y los médicos empiezan a rechazar pacientes. Es una situación que recuerda a lo peor de la pandemia, durante aquella primera ola que dejó tantas víctimas en todo el mundo.
Además, los médicos insisten en que la mayoría de los ingresos son personas que, por una razón u otra, no están vacunadas. Piden a la población que se vacune cuanto antes para evitar cuadros graves de la enfermedad, pero muchos ciudadanos no están por la labor.
El 52 % de la población de Florida tiene la pauta completa de la vacunación. Un porcentaje ligeramente por debajo de la media nacional y muy lejos del de otros países. España, por ejemplo, cuenta con 68, 4 % de su población con las dos dosis a pesar de que empezó mucho más tarde a vacunar.