Policías antidisturbios ante los altercados de la Gran Vía de Madrid

Las autoridades, tensionadas por lo que pueda pasar el fin de semana en España

Las últimas protestas en la calle mantienen en alerta a la Policía que espera un fin de semana muy duro

Policías antidisturbios ante los altercados de la Gran Vía de Madrid
La Policía se prepara para un fin de semana de disturbios | EFE

Los altercados en las calles ya se han convertido en una constante. Muchas han sido las ciudades de todo el país que han sufrido la ira descontrolada de grupos de personas que han mostrado ser contrarios a las restricciones de movilidad impuestas en las últimas semanas. Ciudades como Madrid, Barcelona o Logroño han sido noticia por la cara más irresponsable de algunos ciudadanos que no han dudado en destrozar parte del mobiliario urbano y tiendas de todo tipo con sus protestas.

Este no es, sin duda, el mejor camino para poder controlar la pandemia. La conocida 'fatiga pandémica' comienza a hacer mella en la población sacando su lado más salvaje sin pensar en el daño colateral que producen sus actos al resto de los ciudadanos que, como ellos, también están sufriendo las consecuencias de las restricciones pero se muestran mucho más precavidos.

Un fin de semana muy delicado

Como era de esperar la guerra política entre partidos también se ha trasladado a los alborotadores. Mientras los líderes de cada formación atribuyen a sus contrarios el origen de las protestas, se ha llegado a la conclusión de que en cada ciudad el perfil de los alborotadores no está definido por un color político.

Simplemente actúan por puro instinto y su objetivo está muy lejos de protestar por las restricciones. Muchos de los participantes son de dudosa moral y aprovechan la crisis epidemiológica por la que estamos pasando para hacer toda clase de fechorías o incluso llegar a robar en los establecimientos que saquean. Montar un lío es su único fin.

Teniendo en cuenta las características de los alborotadores, no se espera que los altercados se produzcan de forma generalizada. Pero las Fuerzas y Seguridad del Estado ya se están preparando para otro fin de semana de disturbios. No hay efecto llamada a la movilización, pero el hecho de que a sus actos se les hayan hecho propaganda, sí que puede producir un efecto  imitación.

A diferencia de lo ocurrido en anteriores fines de semana, en esta ocasión no pillarán a las autoridades con la guardia baja. Todo está previsto para poder actuar en consecuencia. Lo que puede desencadenar un problema, es que otros grupos de incivilizados se sumen a las protestas y genere un grupo mayor.

Piden libertad mientras destrozan lo ajeno

Jóvenes de entre 15 y 24 años. Este es el perfil que la Policía Nacional ha detectado entre los alborotadores que actuaron en Logroño el pasado fin de semana. Incluso un menor de 13 años fue entregado por la Policía a sus padres tras identificarlo como autor de algunos actos vandálicos.

Si el gobierno no tenía suficiente con controlar el aumento de los contagios, ahora se le suman estos desórdenes públicos. Pedro Sánchez ha llamado a la responsabilidad y muchas comunidades han denunciado los altercados calificándolos de «intolerantes». Aunque muchos señalan al cansancio por las restricciones como la causa principal, lo cierto es que, viendo las imágenes, poco tiene que ver.

Al grito de «libertad» los alborotadores cargan contra las fuerzas de seguridad y de paso queman contenedores, tiran piedras, y saquean todo lo que pillan por delante. No nos engañemos, esto no es protestar por las restricciones, esto es vandalismo puro y duro bajo el amparo de la crisis sanitaria.

A los vandálicos no les mueve una ideología común. Unos pueden ser antisistemas, otros de derecha, algunos negacionistas y algunos hasta delincuentes profesionales. No están organizados y no tienen poder de convocatoria, pero lo que les une es su afán por montar una batalla campal teniendo a la Policía Nacional como el objetivo de sus ataques. Por desgracia todavía nos quedarán muchos más fines de semana como el vivido en Logroño mientras la mayoría de la población asiste con horror a noches sin dormir.