La pandemia del Covid está dejando en nuestro país una serie de historias personales entre las familias de las víctimas que seguramente marcaran buena parte de la existencia de las personas que las han vivido. En la primera ola, la mayoría no pudieron decir adiós a sus seres queridos, cosa que ha cambiado en esta segunda ola donde los hospitales permiten hacer visitas. Aun así, no debe ser nada fácil vivir una experiencia como las de los hijos de José y Gloria, un matrimonio aragonés octogenario que murió en la misma habitación con muy pocos minutos de diferencia.
Según explica el 'Heraldo de Aragón', la pareja, de 85 y 81 años, perdió la vida el pasado 6 de noviembre en la habitación 440 del Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza. Dejaron 3 hijos, 4 nietos y 50 años de una gran historia de amor que estaba predestinada a tener un final así. «Se fueron juntos porque ellos quisieron», explicaban sus hijos.
Los dos habían compartido una vida juntos en el barrio de San José de la capital aragonesa, donde se instalaron nada más casarse en el año 70. Ella del Burgo de Ebro, él de Retascón donde pasaban los veranos y los conocían como «‘los novios’ porque iban siempre juntos cogidos del brazo», explica su hijo David.
Tras pasar unas semanas de estío extrañas, como todos nosotros, José tuvo unos pequeños problemas en la pierna en agosto que les obligó a volver a Zaragoza. Pese a ellos, se mantenía «muy activo». Precisamente fue él el primero en contagiarse.
Contagiados a la vez
El 21 de octubre fue con uno de sus hijos a vender lotería de Navidad a su antigua empresa. Al día siguiente amaneció con tos y carraspera y un test rápido confirmó su positivo. Gloria obtuvo el resultado de una PCR dos días después. Aún así sus hijos no se explican como se produjo el contagio, ya que «nosotros no estábamos contagiados y ellos salían lo justo y con precauciones».
Ella fue la que primera empeoró con una neumonía y tuvo que ser hospitalizada. Mientras José se tuvo que mantener solo y aislado en su casa. Aunque los hijos decidieron que no era conveniente que siguiera así: «Vimos que la situación era insostenible, así que decidimos protegernos bien y entrar algún rato para ayudarle». Finalmente, tardó dos días en empeorar, pasar por urgencias y quedar ingresado.
En el hospital, aunque tuvieron unos primeros días relativamente tranquilos, Gloria empezó a empeorar. El centro les permitió hacer una visita diaria, pero los hijos de la pareja veían como se iba apagando su madre. Dos días antes de su muerte «no fijaba la mirada ni contestaba a las preguntas».
Pese los cuidados que les daban el personal del hospital se acabó produciendo la triste noticia que empezaban a asumir. Recibieron una llamada de teléfono de un número largo, aunque se encontraron con una sorpresa. «Cuando lo vi, pensé que me llamaban por mi madre, pero me dijeron que habían fallecido los dos. Me quedé en shock», explica David uno de sus hijos.
Sorprendentemente, los sanitarios también les confirmaron que el primero que perdió la vida fue inesperadamente José, y que Gloria lo haría con apenas minutos de diferencia. Los propios doctores confirmaban su sorpresa pues «estaba más cerca de recibir el alta que de morirse y que no había una razón para que falleciera».
«Dicen que se puede morir de pena, ¿no?», relata otro de sus hijos, José Alfonso. El tercero de los hijos también apunta por esa creencia: «Era un hombre que le daba muchas vueltas a la cabeza. Pensó que si ella se iba, él también. Esa mañana se desconectó, se dejó ir»