Se mostraba ante los demás como un empollón con gafas de pasta educado, tímido y tranquilo. Pero en realidad, Johan Styven, el ecuatoriano de 19 años que ha matado a su exnovia menor de edad en Totana (Murcia), llevaba un monstruo dentro. Un monstruo alimentado por los celos y el control enfermizo.
Por eso el pasado martes engañó a Claudia con el pretexto de devolverle unos regalos y la llevó a un trastero. Allí le asestó 50 puñaladas hasta darle muerte, y la encerró para ocultar el cadáver. Cuando su madre le delató y la Guardia Civil fue a detenerlo, respondió fríamente “sí, he sido yo”.
La jueza ha decretado la prisión provisional sin fianza para el asesino de la tercera víctima de violencia de género en España este año. La rabia y la indignación se han apoderado de Totana. En la localidad murciana circula la foto de Johan en su graduación con el mensaje: “Quien a hierro mata, a hierro muere”.
Frío y despiadado
Los agentes que trabajaron en el hallazgo del cuerpo y la detención de Johan aseguran que el asesino “es un monstruo”. Con solo 19 años tuvo la sangre fría de quedar con su exnovia para arrebatarle la vida a cuchilladas. Lo tenía todo preparado, y ejecutó su venganza en el que había sido su nido de amor durante años.
Porque en el trastero donde Johan asesinó a Claudia es el lugar donde los dos pasaban las horas cuando hacían pellas en el instituto. Allí vivieron su corto idilio, marcado por la ilusión pero también por las discusiones y el obsesivo control de Johan. Cuando ella decidió acabar con la relación, él sacó el monstruo que llevaba dentro.
No fue un arrebato, Johan lo tenía todo preparado y ejecutó su plan fríamente armado con una navaja. Es lo mismo que piensa la jueza, que le ha mandado a prisión por un delito de asesinato con agravante de género. “Parece que le dio decenas de cuchilladas, más de cincuenta”, relatan los agentes.
Se conocieron en el instituto
Tras cometer el crimen y ocultarlo en el trastero, Johan volvió a casa con las manos llenas de cortes. Acabó derrumbándose ante su madre, Paulina, que a las tres de la madrugada llamó al puesto de la Guardia Civil para delatar a su hijo. Así acabó su mentira, el gran engaño que empezó desde el mismo día que conoció a Claudia.
Fue en el instituto Juan de la Cierva de Totana, donde ella empezó la ESO y él estudiaba Bachillerato. Ella era una muchacha “con ganas de comerse el mundo”, un torbellino a la que le gustaba la moda. Él era más retraído, un chico estudioso que se presentó a los padres de Claudia como el yerno perfecto.
“Parecía un buen chaval”, dice su padre devastado por la trágica muerte de su chiquilla de 17 años. Pero en realidad, Johan es un asesino frío y calculador que “estuvo todo el rato sentado, sin hablar ni llorar” mientras sacaban el cadáver de Claudia. Tampoco parpadeó ante el cadáver desangrado de la adolescente.
Relación tóxica y obsesiva
Johan estaba obsesionado con Claudia y no aceptaba que hubiera decidido poner punto y final a su relación. Estudió todos sus movimientos y unos días atrás la abordó por la calle, la agarró y le quitó el teléfono. El asesinato de la adolescente ha sido la culminación de una relación tóxica y obsesiva.
Sus compañeros de instituto confirman que Johan era muy celoso y que en la relación hubo varias rupturas antes de dejarlo definitivamente. “Ella le dejaba y él no quería”, aseguran, y tienen claro que él utilizaba la diferencia de edad para controlarla. Por ejemplo, le prohibía juntarse con sus amigas porque le aconsejaban que le dejara.
Johan era tímido y calladito en público, pero cuando hablaba con ella por teléfono sacaba la rabia que llevaba dentro. Discutían, se insultaban, gritaban. Él la llamaba todas las noches un par de veces para preguntarle dónde había ido, con quién había estado, y la conversación siempre acababa con una bronca.
Decidió romper para siempre
Además, Johan era un chico muy poco sociable que lejos de querer salir con sus amigos o de fiesta prefería estar a solas con su novia. El trastero donde la mató era su refugio, el único lugar donde él se sentía seguro y donde ella permanecía aislada. No la dejaba acercarse a otros chicos, ni bailar con nadie.
Claudia, de carácter sociable y bondadoso, nunca explicó estas situaciones en casa ya que pensaba que podía domar a la bestia. Un año después de la relación, harta de la situación, rompió definitivamente. El detonante del asesinato fue cuando Johan se enteró de que su ex había empezado una relación con otro chico.
El crimen de Totana refleja la problemática de la violencia de género entre menores, ya que en España solo hay 936 adolescentes en el sistema de protección VioGen. La mayoría de los jóvenes no denuncian porque normalizan el acoso, el control y las agresiones. Y muchas veces en sus casas ignoran el riesgo al que están sometidas.