Jesús tenía 105 años. Josefa, 98. Llevaban 80 años juntos y solo les quedaba un sueño por cumplir: morir a la vez. El amor que les ha acompañado toda la vida les ha hecho un último guiño, y su sueño se ha cumplido. Josefa y Jesús murieron en su villa natal de O Burgo, en La Coruña, con apenas catorce horas de diferencia.
Josefa se fue el 4 de mayo a las 12 del mediodía, y Jesús falleció a las 2 de la madrugada del día siguiente. «No podían estar el uno sin el otro», cuenta su nieta Silvia, según la cual él tenía problemas de visión y si ella no estaba no se quedaba tranquilo. Su amor ha sido tan grande, dice, que «ni la muerte ha podido con ellos».
Tras ochenta años juntos, toda una vida, los dos se habían acostumbrado a estar juntos y les horrorizaba la idea de tener que vivir el uno sin el otro. No les asustaba la muerte, sino el hecho de la separación, y por eso había ido aumentando su deseo de morir juntos. No se separaron durante toda su vida, y tampoco querían hacerlo ahora.
A pesar de ser ya muy mayores, conservaban todas sus facultades y se encontraban bien. hasta hace poco, los dos vivían solos en O Burgo, Coruña, y cuidaban el uno del otro. Ella había comenzado a desarrollar demencia hace unos años. Su enfermedad avanzaba lentamente, y aún reconocía a sus hijos, nietos y bisnietos, y tenía momentos de lucidez. Sus siete bisnietos eran su alegría, y le ayudaban a mantenerse activa. Jesús, por su lado, no veía bien, pero salía a hacer recados y estaba pendiente de Josefa. Hasta el último momento, porque quiso velar su cuerpo antes de morir.
La salud de los dos empezó a empeorar hace dos semanas. «Se pusieron malitos y dejaron de comer», dice su nieta, «era muy difícil alimentarlos con jeringuillas». El organismo de los ancianos se fue debilitando, acercando así el temido momento de la separación. Jesús temía que Josefa partiera y él tuviera que soportar la pena de vivir sin ella, pero apenas 14 horas después del adiós a su esposa, dejó de respirar.
Los dos querían morir el mismo día. No pudo ser: ella se fue el día 4 y él el día 5. Pero sí compartieron esquela: «Doña Josefa Pintor Fernández, y su esposo, Jesús Vázquez García, fallecieron el día 4 de mayo a los 98 años de edad, y el día 5 a los 105 años de edad, respectivamente». Además, la esquela especifica que «por motivos ajenos a la voluntad de la familia, se pospone el funeral y entierro de Josefa para poder celebrar los actos junto a su esposo». Fueron enterrados ayer, y ya descansan juntos.
Toda una vida juntos
Josefa Pintor y Javier Vázquez se conocieron con 18 años en el trabajo. Desde entonces, emprendieron una vida juntos: 80 años de feliz matrimonio que deja 5 hijos, 10 nietos y varios bisnietos. Hicieron su vida en una pequeña aldea coruñesa, hasta que a los 50 años se prejubilaron y se trasladaron a O Burgo, para estar más cerca de sus hijos.
Fue un cambio difícil, del campo a la ciudad, pero en su nueva localidad se hicieron muy queridos y todo el mundo les conocía. Su nieta cuenta que «los llamaban cariñosamente los abuelos de O Burgo». Los dos eran unos grandes aficionados a jugar a las cartas y tenían una vida social activa, haciendo actividades en el hogar social y en misa.
Jesús y Josefa tenían una salud de hierro que les había permitido ir sumando años y años. Por su popularidad entre los vecinos y en reconocimiento al logro de haber cumplido tantos años, el ayuntamiento les retaba un homenaje cada vez que cumplían aniversario. «Les llevaban flores», cuenta su nieta.
Silvia quería mucho a sus abuelos y, aunque está muy apenada, le queda la tranquilidad de saber que se han ido juntos como ellos querían. «Venían de familia muy humilde y siempre ayudaban a los demás con lo que tenían», explica, «por eso todo el pueblo está apenado con su muerte». Pero como dijo el cura en el funeral, «ni la muerte pudo con ellos».