Javier, enfermo de ELA, en un montaje con un hospital de fondo

Javier, el español de 58 años que lo tiene todo 'listo para morir'

Javier, de 58 años, sufre ELA y casi no mueve las manos ni puede dormir por culpa de los dolores

A Javier le diagnosticaron Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) hace menos de un año. Empezó fallándole una pierna, pero los daños de la enfermedad van a más y en la actualidad ya necesita hacer uso de una silla de ruedas. Apenas mueve las manos y las noches se hacen eternas para él, donde no puede dormir a causa de los dolores.

Este hombre de 58 años lo tiene claro. Sabe que no desea aguantar más tiempo en esta situación y ya se ha buscado una solución.

Javier confiesa que lo tiene todo preparado para morir, pendiente solo de que la Comunidad de Madrid. Deben poner en marcha la Comisión de Garantías y Evaluación. Cree que "si esto le estuviera pasando a alguno de sus familiares, ya estaría funcionando".

El dolor es insoportable, y lo único que consiguen es "alargar mi sufrimiento", desvela a la SER. Añade que contaba con "estar muerto hace dos meses".

Los médicos le diagnosticaron la ELA el pasado 22 de diciembre. En ese momento se debatía en el Congreso la Ley de Eutanasia. Y Javier no tuvo ninguna duda de lo que quería.

Explica que "sabía que no me quería quedar en una cama tumbado, mirando el techo e intentando comunicarme con los ojos". Su familia más cercana entiende y respeta esta decisión.

En un primer momento fue tratado en el hospital Doce de Octubre de Madrid. Lo que no sabía es que el neurólogo que llevaba su caso era objetor de conciencia. Se enteró al cabo de un tiempo, cuando un equipo de la unidad de paliativos acudió a su casa.

Enviados por dicho profesional trataron de convencerle de que "no solicitara la eutanasia. Me preguntaban que si había pensado en mi familia". Las explicaciones que le dieron a Javier no le convencieron, pero tampoco les encontró demasiado sentido.

Le pusieron ejemplos de pacientes "que llevaban ocho años postrados, que se comunicaban con los ojos y que eran felices". Eso "le daba igual", tenía claro que "no quería sufriendo".

Cuando le visitaron los sanitarios de paliativos se dio cuenta de que su petición tampoco había sido escuchada. No habían iniciado los trámites y estaba todo en el punto cero. Fue su hermana la que tuvo que ocuparse de ponerlo en marcha de nuevo.

Ahora ya está todo listo, pendiente de la decisión de la Comunidad de Madrid. Son ellos los que tienen que aprobar la Comisión de Garantías. Cuenta que "si estuviera en otra comunidad autónoma, no hubiese llegado a estar como estoy, me hubiera ido ya".

Javier y sus planes para despedirse

Javier lo tiene todo perfectamente planificado, e incluso ya conoce al equipo que le ayudará a morir. "Van a venir dos enfermeras y dos doctoras. Una de ellas la neuróloga que me va a poner el chute", apunta.

En un primer momento "me van a sedar un poco y luego ya me ponen la inyección. Se van a quedar conmigo todo el tiempo". Tarda en hacer efecto entre dos minutos y una hora.

Se mantiene fiel a su idea inicial. "No tengo miedo, si por mí hubiera sido, me lo hubiera hecho hace tres meses", confiesa. Y todo con el objetivo de evitarse todos los dolores que llevaba sufriendo desde finales del año pasado.

Este hombre reconoce ser "creyente, aunque no voy a misa. Creo en Dios, pero en el Dios Padre que no quiere que su hijo sufra". Considera que con esta medida "no voy a hacer nada malo".

En las últimas semanas Javier ha aprovechado el tiempo para despedirse de su familia y amigos. "Fuimos a comer todos juntos para celebrarlo, si se puede decir así".

Ya advirtió a sus allegados de cómo debe ser la despedida. "En el velatorio, nada de sufrimiento, quiero que suene Depeche Mode. Luego que me incineren, la misa, y a tomar por culo la bicicleta", dijo.