La segunda ola del Covid-19 ha tenido como protagonistas a los más jóvenes. Si al principio de la pandemia eran las personas de más edad las que sufrían los estragos del contagio, desde el pasado verano hemos sido testigos de cómo la edad de los infectados ha bajado de forma considerable. El creer que el coronavirus no les afecta de igual manera y sentirse prácticamente inmunes al virus, les ha otorgado una sensación muy equivocada.
Como muestra de ello hemos sido testigos de un gran número de testimonios de personas jóvenes que gozaban de buena salud que se han visto gravemente afectados tras contraer la enfermedad. El caso de Jacobo Rodicio, de 34 años y natural de Ourense, es un buen ejemplo de que el Covid-19 no entiende de edades.
«Pensé que al ser una persona joven no me iba a pasar nada. Sin embargo ahora me doy cuenta de que esto no va de personas mayores o jóvenes, le puede tocar a cualquiera. Soy una persona normal y sin patologías previas y acabé en la UCI» comienza relatando Jacobo a Nius.
Todavía se sorprende de la manera en que el virus se ha cebado con él, pues no entiende como sin tener ninguna enfermedad ha terminado en la Unidad de Cuidados Intensivos. «Estaba como un roble. No soy asmático, y tampoco sufrí nunca enfermedades respiratorias». Una semana después de permanecer en la UCI, Jacobo ya ha sido trasladado a planta pero todavía sigue dando positivo.
De casa al trabajo y del trabajo a casa
Lo sorprendente del caso de Jacobo es que no se trata del típico joven irresponsable que se salta las normas y no cumple con las medidas de seguridad. En su día a día estaba centrado en ir a trabajar y volver a su casa para poder ir a recoger a su hijo al colegio. Nada que pudiera hacerle pensar que se ponía en riesgo y que terminaría en la UCI.
Su testimonio es el claro reflejo de que, aún cumpliendo con las normativas de seguridad y prevención, es posible contagiarse. «Yo era de los que iba de casa al trabajo, del trabajo a recoger a mis hijos al colegio y, nuevamente, de vuelta a casa. Y de llevar siempre la mascarilla. No estoy diciendo que no haya tomado algún café en una terraza, pero siempre de forma rápida y con mi cabeza siempre consciente de que lo primero era mi familia» ha explicado.
Su rápida actuación evitó que su familia se contagiara
Desde el momento en que Jacobo comenzó a presentar los primeros síntomas, lo tuvo claro y se aisló para evitar que su familia acabara contagiada. Siguió los protocolos marcados al sospechar que podría haber contraído el virus y no lo dudó un instante.
Todo empezó el pasado 12 de octubre. Jacobo se encontraba mal y notó que tenía unas décimas de fiebre y no perdió el tiempo. «Interioricé desde el primer minuto que podía ser el 'bicho' y me metí en una habitación yo solo» dejando a su mujer y a sus dos hijos, de cuatro y un año, fuera quienes dieron negativo tras realizarles las pruebas.
«Empecé a notar síntomas y me aislé rápido para no contagiar a mi familia. Llamé a mi jefe primero y luego al médico de cabecera. Al día siguiente me hicieron una PCR y di positivo. Me dijeron que estuviera diez días en casa. Al principio tenía tos y fiebre pero al quinto día me encontraba fatal y me costaba respirar» ha continuado relatando.
Cuando ya veía que los síntomas iban a más, Jacobo decidió ir a urgencias donde, después de hacerle la PCR y dar positivo, lo ingresaron directamente en la UCI. «Allí me sedaron e intubaron y a los cuatro o cinco días cuando desperté estaba todo más o menos normal, aunque me encontraba algo desconcertado» explicaba el protagonista después de pasar una semana en la unidad de críticos.
Jacobo quiere que su historia sea escuchada para intentar concienciar a los jóvenes que por muy sano que uno se encuentre, el virus puede cebarse de igual forma. Una prueba más de la importancia de protegerse y de actuar lo más rápido posible para evitar que el virus llegue a las personas que más queremos.