Hace exactamente un mes, el buque oceanográfico Ángeles Alvariño comenzaba unas labores de búsqueda sin precedentes para hallar el paradero de Anna y Olivia. En el proceso también se buscaba a su padre, Tomás Gimeno, todo ello en las aguas de Tenerife. Si bien una de las pequeñas ha aparecido, los esfuerzos de las fuerzas del orden se centran en localizar al resto de implicados.
Tras el cuerpo de Olivia, los investigadores descubrieron dos botellas de oxígeno que podían brindar la posibilidad de encontrar a Anna. Sin embargo, aunque la búsqueda no ha cesado —salvo por la reparación del barco— cada vez se reducen más las posibilidades. En palabras de los especialistas que utilizan el robot submarino con el que cuenta la embarcación: "las esperanzas son cada vez menores".
El Liropus 2000, que es como se denomina a esta herramienta, no ha dejado de trabajar en el fondo marino por complejo que sea el proceso. El navío se sitúa en las inmediaciones del lugar donde se produzco el hallazgo de las dos botellas de oxígeno. Aunque según aseguran los expertos, estas podrían haberse utilizado por el progenitor para provocarse la denominada "muerte dulce".
La "muerte dulce"
Este concepto se utiliza para referirse a la inhalación de monóxido de carbono que produce el fallecimiento de la víctima sin que esta sufra. La muerte sucede por una inhalación progresiva de este gas que provoca una sensación de adormecimiento. Cuando se inhala, el cerebro deja de recibir la dosis de oxígeno necesaria para su funcionamiento lo que provoca una disminución del ritmo cardíaco. El acto provoca la parada cardiovascular y la consiguiente defunción de la víctima.
Este suceso suele darse en los casos de suicidio o muerte premeditada. La intención es provocar el mínimo dolor físico, aunque lo cierto es que con el nivel de presión que soportó el parricida por la profundidad marítima, este escenario sería más complicado. Por este hecho, la principal hipótesis que se baraja es que el padre de las menores utilizara las botellas como lastre.
El argumento que respalda esta teoría es que ambas aparecieron simultáneamente. Es por ello que los especialistas consideran que el cadáver de Tomás Gimeno podría encontrarse en las proximidades.
Una búsqueda por mar y tierra
Las labores de las fuerzas de la ley intentan desentrañar el resto de cabos sueltos que influyen en el caso. Por el momento los agentes de la Guardia Civil intentan reconstruir las horas previas al momento del asesinato. Para ello han vuelto a acudir a su domicilio, en Igueste de Candelaria, en busca de cualquier tipo de narcótico que pudiera haberle administrado a sus hijas.
Esta rama de la pesquisa cobra sentido, ya que tras la autopsia del cuerpo de Olivia, se encontró un indicio de edema pulmonar agudo. Esta condición es provocada según los expertos sanitarios involucrados en el caso en una muerte por "asfixia o por una ingesta masiva de sustancias médicas, bien líquidas o en comprimidos".
A pesar de estos indicios no se han podido encontrar hasta la fecha ningún tipo de medicamentos. Aunque el mero hecho de que se vuelva a registrar el domicilio de Tomás indica que se ha podido verificar esta substancia durante el informe toxicológico realizado a la joven.
Es más, existiría una rama principal de la investigación que apostaría por el jarabe Atarax, un ansiolítico que pertenece a la familia de los difenilmetanos y que Gimeno tomaba. Es un medicamento que se emplea como "tratamiento sintomático de la ansiedad en adultos".
Este sexto registro a la vivienda familiar se realiza después de que la Unidad Central Operativa, UCO, buscara con la brigada canina restos biológicos con anterioridad. En ninguno de los anteriores, se encontró rastro de alguna prueba.
Los investigadores, pues, creen poder dar por sentado que Tomás les administró el jarabe para dejarlas inconscientes. Después las asfixió y acabó así con las vidas de Anna y Olivia.