Carrito de supermercado con productos detrás

Sin distancia y sin lavarse las manos. La triste imagen en los supermercados de España

La entrada a la ‘nueva normalidad’ ha hecho que nos relajemos, como si el virus ya no nos pudiese afectar, pero los números indican todo lo contrario

Carrito de supermercado con productos detrás
La entrada a la ‘nueva normalidad’ ha hecho que, poco a poco, muchas personas y establecimientos se vayan relajando | Pixabay

Un mes después de que se decretara la salida  oficial del Estado de Alarma, España continúa estando bajo lupa por el alto número de brotes que se han detectado. De hecho, ya son 201 brotes de coronavirus los que se han registrado a largo y ancho de la geografía nacional. A causa de este percance, en muchas comunidades autónomas es absolutamente obligatorio llevar la mascarilla  cuando se sale a la calle, independientemente de si se puede respetar la distancia de seguridad.

Territorios como Cataluña  se encuentran en verdadero peligro. Es por ello que ya se ha confinado  a toda una comarca  entera, por el miedo y el riesgo de contagio comunitario. Pese a ello, pocas esperanzas existen de que las medidas no se endurezcan, pues los contagios y los brotes no dejan de crecer día a día.

La entrada a la ‘nueva normalidad’ ha hecho que, poco a poco, muchas personas y establecimientos se vayan relajando y esto lo que provoca es que la sensación de tensión a causa del virus se haya relajado. Es lo que ocurre en los supermercados  de la capital, que han sido objeto de un reportaje de ‘El Español’, y un reportero ha narrado la experiencia que ha vivido en diversos establecimientos de Madrid.

Hace un tiempo, cuando aún nos encontrábamos en plena pandemia  y en Estado de Alarma, se tenía que hacer cola para entrar a cualquiera de los establecimientos, se controlaba el aforo  y era obligatorio el uso de guantes. Hoy no. Como decíamos, la entrada a la ‘nueva normalidad’ ha hecho que nos relajemos, como si el virus ya no nos pudiese afectar, pero los números indican todo lo contrario. 

En muchos casos, a la entrada de cualquier negocio hay un gel desinfectante, pero al no haber nadie que controle su uso, muchas personas no se lo ponen y acceden al establecimiento sin su aplicación. La distancia de seguridad es otro de los factores que la gente suele desatender, pues en muchas ocasiones no se respeta.

Supermercados de Madrid

En la mayoría de los casos no hay nadie que controle  el uso del gel desinfectante que hay en la entrada, pero en algunos establecimientos sí es así. Es el caso de Lidl, ya que una persona se encuentra posicionada a la entrada del supermercado y obliga a los clientes a ponerse el gel de manos antes de entrar. 

Pese a que el reportero narra que hay poca gente en la tienda, reconoce que hay pasillos en los que no se guarda la distancia de seguridad entre los clientes y que incluso esta situación puede llegar a darse hasta en las colas para pasar por caja. Según reconoce, hay personas que en la cola de la caja  debe ser advertida, tanto por los cajeros como por los propios clientes, que se sienten incomodados por no respetar la distancia de seguridad.

En otros establecimientos, como Aldi, la presencia del gel  a la entrada del establecimiento sí que existe, lo que no existe es la presencia de un trabajador que vigile que el cliente se lo aplique antes de entrar a comprar.

En este caso, según explica el reportero de ‘El Español’, la poca clientela contrasta con lo grande que es la superficie que abarca el establecimiento, lo que hace que sea más complicado no poder respetar la distancia de un metro y medio entre personas en su interior. Añade que todos los empleados llevan mascarilla  y guantes, cosa que no ocurre en otros sitios y que la distancia de seguridad, por norma general ha sido respetada, al menos durante su visita.

Otro de los establecimientos que visita, cuyo nombre no aporta para no dejar señalado a la cadena de supermercados,  no respeta prácticamente ninguna de las medidas de seguridad que se han decretado durante esta ‘nueva normalidad’.

Según explica, en la entrada hay un gel desinfectante en la puerta, pero nadie vigila si se lo aplica el cliente o pasa de largo. Esto lo que provoca es que casi nadie se lo ponga, como en tantos otros establecimientos.

Añade que es el único establecimiento visitado en el que ni los cajeros ni los reponedores utilizan guantes para desarrollar sus funciones. Además, la responsabilidad individual de los clientes deja mucho que desear, pues un cliente que no lleva adecuadamente la mascarilla puesta —la lleva en la barbilla— estornuda y no hace ademán ni de taparse la boca. Asegura que, pese a que en el suelo se encuentran dibujadas unas líneas que indican la distancia de seguridad que deben mantener los clientes, estos desoyen el consejo pictórico y pasean por el supermercado a su libre albedrío. 

Los guantes quedan destinados tan sólo para su uso tradicional, esto es para coger productos como la fruta. Además, explica que hasta el propio empleado del supermercado en cuestión le dice: «Al paso que vamos, nos confinan antes de que acabe el verano. La gente en general se comporta, pero hay de todo». Esto explica la visión que se tiene desde dentro de los establecimientos de cara a la conducta que suelen tener los clientes, en líneas generales.