Entre un 10 y un 20% de las personas afectadas por el coronavirus acaban sufriendo Covid persistente, según los últimos estudios publicados. Aunque es más habitual en los adultos, los niños también pueden padecer estos síntomas post-Covid.
En diciembre, el Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona (Can Ruti) abrió la primera unidad pediátrica de Covid persistente de Cataluña, donde atienden a 14 niños de edades comprendidas entre los 10 y los 17 años. «Desconocemos si hay alguna otra en el Estado, pero creemos que no», cuenta María Méndez, jefa del Servicio de Pediatría de Can Ruti. «Los síntomas más comunes son mucho cansancio, debilidad, dificultad respiratoria y cefaleas intensas», explica Méndez a 'La Vanguardia'.
El caso de Iker: tres meses con el Covid persistente
Iker, de 15 años, dio positivo el 16 de octubre y lleva tres meses con los síntomas. El joven «comenzó a quejarse de dolor de cabeza y malestar», cuenta su madre. Los síntomas continuaron al día siguiente. «Estaba muy cansado, no se podía ni levantar de la cama. Ahí vi que pasaba algo». Lo siguiente fue la confirmación del positivo tras realizar una PCR.
El pico de la enfermedad duró entre 10 y 15 días, pero tras la fase aguda muchos síntomas siguieron afectándole, como el malestar, sensación de ahogo o fuertes dolores de cabeza. El pediatra les dijo que tendrían que esperar a que los síntomas se fueran. «Yo les dije que no podía esperar, que mi hijo se estaba apagando, que no podía arriesgarme a que se quedara así. Le pregunté a la pediatra cuántos casos de niños había visto como el de mi hijo, me dijo que ninguno».
«Los médicos no sabían cómo tratar al niño»
Anabel lo intentó en la sanidad privada, pero «todos los médicos me decían lo mismo, si la covid es algo nuevo, sus consecuencias todavía lo son más. Los médicos no sabían cómo tratar al niño». Gracias a una asociación de enfermos de Covid persistente, Anabel dio con la unidad pediátrica de Can Ruti. Por una parte, hace la rehabilitación física y por otro la cognitiva. «La física es necesaria porque, en algunos casos, los niños han quedado muy debilitados, les cuesta caminar, se tienen que parar cada 15 minutos. Hay algunos con mucha afectación muscular», explica la doctora María Méndez.
Además, hay veces que los niños necesitan apoyo psicológico o psiquiátrico. «Cualquier adolescente que se encuentra mal de forma prolongada puede tener repercusiones: dejan de hacer extraescolares, deporte, de ver a sus amigos…», apunta Méndez. Previamente a la Navidad, Íker tenía dificultades para ir varios días seguidos al colegio. «Al día siguiente de hacer un esfuerzo pequeño, como ir andando a la escuela, tenía una recaída», cuenta Anabel. Ahora ya puede ir cada día, aunque ha tenido que dejar de jugar al fútbol.
Según su madre, Iker está «en un bucle» en el que se van mezclando «cinco días buenos y la aparición de una nueva recaída. Cuando le vienen las crisis le aparece un agotamiento muy fuerte, con mucho dolor de cabeza, y puede estar 24 horas seguidas enroscado en la cama».
Iker también padece la niebla mental
Además, Iker sufre desde hace dos meses la niebla mental. «Me dijo que no conseguía memorizar nada. A veces se desorienta y no se acuerda de ciertas cosas», cuenta la madre. Esta neblina mental le causa ansiedad al pequeño. «Muchas veces me pregunta, ¿por qué me ha tocado a mí?».
Los análisis que le han realizado no han encontrado anticuerpos en su cuerpo. Él va todos los días a la escuela porque no es algo peligroso para el resto de niños, pero sí podría volver a tener Covid. «Va con doble mascarilla y con el gel hidroalcohólico encima, pero nos da mucho miedo», asegura Anabel.
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