La asturiana María Jesús Jiménez se convirtió a sus 29 años en historia viva de la crónica negra española. La noche del 26 de noviembre de 1991 entró en el cuartel de la Guardia Civil en Castrillón (Asturias) alertando de que sus hijos se habían caído al mar. La investigación sacaría al descubierto el mayor filicidio cometido nunca en España.
La verdad es que los niños no cayeron al mar, sino que su madre los mató y los arrojó al agua desde un acantilado. Las víctimas eran Jesús (8 años), Joaquín (7 años), Azucena (5 años) y María (11 meses). Tras un largo periplo por cárceles y centros psiquiátricos, María Jesús vive hoy en una vivienda tutelada.
Detrás de la tragedia se esconde una vida marcada por los malos tratos y los trastornos mentales. Según la sentencia, María Jesús “decidió acabar con la vida de sus hijos y lo hizo”. Los llevó al acantilado de La Peñona, y los empujó uno a uno.
Una vida de rechazo y malos tratos
María Jesús tenía 29 años y vivía entre chabolas en un miserable poblado de Castillón. Su marido se había fugado de la cárcel donde cumplía una condena de cuatro años por robo. Ella se quedó sola a cargo de cuatro niños, a los que alimentaba con lo que recogía de la basura y con la recaudación de la limosna.
Ella era de etnia gitana y se había casado con un payo de Jaén, José Antonio Leiva. ‘El Rata’, como le apodaban, era un hombre violento que maltrataba sistemáticamente a su mujer y que compaginaba la paternidad con la delincuencia. Según la sentencia, María Jesús “carecía de apoyo moral y económico” por parte del padre.
Ella hizo frente a la crianza y educación de los cuatro hijos del matrimonio, “de los que su esposo se despreocupaba totalmente”. Además había sufrido malos tratos de forma sostenida en el tiempo, “a lo que se añadía un limitado coeficiente intelectual”. Según la sentencia, María Jesús era borderline.
Solo mostraba afecto por sus hijos
La deficiencia intelectual y la angustia de tener que buscar recursos para cuidar de sus hijos llevaron a la mujer a desesperación. Según la sentencia, “se vio arrastrada a la introversión y el aislamiento, con total pérdida de afectividad a las personas de su entorno”. Aun así, matiza que “mostraba especial desvelo” por sus hijos.
María Jesús vivía sumida en una depresión, y por si fuera poco, era repudiada por su propia familia por haberse casado con un payo. De hecho, el desencadenante de los crímenes fue un altercado con su familia, la misma tarde de los hechos. Las “burlas y malos tratos” de su familia desencadenaron en ella “una fuerte tensión emocional”.
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Entonces tomó la decisión de acabar de una vez por todas con aquella situación. “Presa de tal estado anímico, tomó a sus hijos, llevando a la pequeña María en brazos, y se dirigió con ellos andando hasta la localidad de Salinas”, relata. La mujer accedió a uno de los dos trampolines de cemento y ejecutó su macabra decisión.
Dos cuerpos nunca aparecieron
“Dejándose llevar por su desesperado impulso, empujó al mar a Jesús, Joaquín y Azucena, que se hallaban junto a ella, arrojando también a las aguas a María Elena, a la que sostenía en brazos, causando con dicha acción la muerte de todos”, dice la sentencia. Aunque con toda probabilidad también quiso suicidarse, fue incapaz de hacerlo.
“Abandonó el lugar retornando su camino hacia Salinas, por donde transitó de forma apresurada gritando que sus hijos habían caído al mar”. Encontraron a la pequeña Azucena dos días después, y poco después apareció el cuerpo de Joaquín. Los cadáveres de sus hermanos nunca aparecieron. María Jesús quedó detenida y fue encerrada en el ala psiquiátrica del hospital de Avilés.
La primera versión de María Jesús era que los niños se habían caído accidentalmente uno a uno, lo cual era poco probable. Después cambió su versión para acusar a su marido, pero los testigos demostraban que también era falso. “Fue la madre quien los llevó a aquel lugar y decidió acabar con su vida”, concluye la sentencia.
Dónde está hoy María Jesús
María Jesús Jiménez fue condenada a 18 años de prisión por cuádruple parricidio atenuado por trastorno mental. Cuando fue liberada en 2001, tras pasar diez años en la cárcel, fue incapacitada y su vida se perdió en el anonimato. Durante un tiempo se especuló que unas monjas la escondían por miedo a la venganza del marido.
El Mundo desvela que en la actualidad vive en una vivienda tutelada por una asociación de ayuda a deficientes psíquicos. En cuanto a su marido, volvió a aparecer en agosto de 2014 en la página de sucesos de los periódicos. A sus 69 años había tenido una pelea con Ramón en unas chabolas y había muerto apuñalado.