La familia de Déborah Fernández, una joven que desapareció hace 19 años en Vigo y cuyo crimen lleva casi dos décadas sin poderse resolver, podría estar a punto de ver cómo se hace justicia con ella tras una nueva pista hallada por los investigadores.
En varias ocasiones durante estos casi 20 años, la instrucción del caso ha estado a punto de verse interrumpida ante la falta de pruebas y de indicios que guiasen a la Policía hacia su asesino.
En un último intento para evitar que el caso se cierre, los familiares de Déborah pidieron que se exhumase su cuerpo para realizar un examen exhaustivo ante la posibilidad de que la joven se hubiese defendido de su asesino y pudiese haber recogido algún tipo de resto biológico que le delatase.
Afortunadamente, los deseos de la familia se cumplieron y un equipo de forenses analizaron los restos del cuerpo de Déborah, y para sorpresa de muchos, hallaron restos bajo las uñas de la joven que podrían ser ADN de su asesino.
Ahora serán los forenses de Imelga (Instituto de Medicina Legal y Forense de Galicia) los que deberán trabajar contrarreloj para confirmar si estos restos de ADN pertenecen a su asesino, y en ese caso, que la investigación policial pueda dar con él antes de que el caso prescriba, para lo que queda apenas un año.
Según explica 'ABC' en exclusiva, la hermana de la joven, Rosa Fernández, explica que su familia luchó hasta el final para conseguir que la investigación siguiese adelante después de que el informe forense concluyese que Déborah se habría defendido de su asesino.
«Mi hermana era una luchadora. Era una mujer de armas tomar, y estoy segura de que se defendió, y el forense nos lo dice, que tiene lesiones de haberse enfrentado», explica Rosa, que añade que el informe definitivo ha tardado «diecinueve años en realizarse».
Fue el pasado martes, 18 de mayo, cuando se llevó a cabo la exhumación del cuerpo para realizarle el examen y encontrar restos de ADN de un posible sospechoso, pero también se aprovechará para realizar otras pruebas que expliquen qué le pasó a la joven, como radiografías y un TAC para saber qué lesiones acabaron con su vida.
Otro de los puntos de la investigación que la familia sigue reclamando es que se acceda al ordenador personal de Déborah, a lo que los investigadores nunca accedieron antes. Ahora será la empresa Lazarus Technologic quien analizará el ordenador y extraerá las últimas conversaciones que pudo tener la joven con su entorno, incluida su expareja. Se trata de la misma empresa que investigó el contenido del móvil de Diana Quer.
Con estas dos direcciones, los restos hallados bajo las uñas de Déborah y el contenido que pueda haber en su ordenador, la familia de la joven se agarra a las últimas esperanzas de encontrar a su asesino y hallar justicia para poder descansar después de casi 20 años de sufrimiento, acrecentado por una serie de negligencias jurídicas que entorpecieron la investigación.
Una investigación con muchos errores
La familia trabaja actualmente con un equipo de abogados que cree que durante la instrucción del caso se cometieron muchos errores y que todavía hay pistas de las que se podría tirar.
Uno de los episodios más llamativos y que nadie entiende es lo que pasó entre un Policía y el exnovio de Déborah pocos días después de su desaparición. Un vecino alertó a la Policía del mal olor que provenía de su vehículo, y cuando quisieron investigar, el sospechoso aseguró que se le había podrido una caja de langostinos dentro del coche. El agente nunca llegó a inspeccionar el vehículo ni a pedirle siquiera que abriera el maletero, y diez días después de su desaparición, el cuerpo de Déborah fue arrojado a una cuneta.
La instructora del caso se negó el pasado verano a realizar nuevas pruebas: «No alarguemos la enorme chapuza que ha sido la instrucción de este procedimiento; si se hizo todo mal durante 18 años, hagámoslo bien el tiempo que queda», añadieron los abogados.