El 2020 ha sido un año convulso y atípico para todos los ciudadanos. La pandemia del Covid-19 ha asolado a todo el planeta y ha dejado miles de fallecidos alrededor del mundo.
A comienzos de febrero de 2020 se celebró un multitudinario banquete en el barrio de Baibuting cuando ya circulaba por Wuhan una extraña neumonía que había contagiado a varias personas y se había cobrado una vida.
Desde hacía dos décadas, esta celebración que conmemora el Año Nuevo Lunar aspiraba a un récord en el Libro Guinnes: 14.000 platos cocinados por 40.000 familias y expuestos en riguroso directo para la televisión local en diez puntos concretos del barrio.
Dos días después del banquete comenzaron a proliferar los casos de fiebre en Baibuting, donde residen alrededor de 130.000 personas en sus cuatro kilómetros cuadrados. Había estallado oficialmente la epidemia en China. Muchos son los que culpan a esta celebración de ser el acto que desencadenó la crisis sanitaria.
Una actuación tardía
«Sabía que circulaba un nuevo virus, pero nadie nos dijo que era muy peligroso. Seguía trabajando y haciendo mi vida normal porque no había información oficial alertando de que el virus era tan contagioso y mortal», cuenta a ABC un vecino de Baibuting de 30 años que trabaja como vendedor.
En su opinión, «la normalidad con que se celebró el banquete demuestra que las autoridades no prestaron atención al virus, ignorando u ocultando las alertas de los médicos».
No fue hasta el 20 de enero, y después de negarlo durante tres semanas, cuando las autoridades reconocieron que el virus se contagiaba entre humanos.
Un año después, el coste total de esta tardía actuación ha pasado factura. Y es que no alertar para evitar daños económicos y sociales ha salido caro en todos los países del mundo.
Tras el banquete, afloraron tantos enfermos que se cerraron 57 urbanizaciones de Baibuting, los llamados «bloques de la fiebre». Pero para el señor Tang, un voluntario de 69 años que ayudó a organizarlo y preparó dos platos, no cree que tuviera un efecto tan decisivo en la epidemia, según publica ‘ABC’.
«El banquete es una actividad benéfica para los mayores. Cada familia elabora un plato para mostrar y competir en su zona o en el Club de Miembros del Partido Comunista. Pero la gente no puede probar los platos expuestos porque los estropearían para el concurso. Al acabar, algunas familias se los llevan a casa, otras los comparten y otras los donan para los ancianos que viven solos», explica Tang, que no había recibido información sobre el Covid-19 antes de festín.
Para él, «las autoridades querían evitar el pánico y decidieron ocultar la información». De hecho, Tang asegura que él habría actuado igual porque «el banquete es una decisión del Gobierno y tenemos que apoyarlo, igual que hicimos luego durante el confinamiento: quedándonos en casa sin salir y sin quejarnos». Todo ello a pesar de que «a las dos semanas, nos quedamos sin comida porque nadie nos había alertado y no nos habíamos preparado».
Otros como el señor Qi, un trabajador de la industria médica, corrieron mejor suerte. Gracias a los doctores que conocía fue avisado del peligro.
«Me contaron que, a principios de enero, habían recibido a dos pacientes con una neumonía que no podían identificar, y me sugirieron que empezara a usar mascarilla para protegerme del virus», explica Qi, de 31 años, quien considera que la labor del Gobierno al principio fue regular.
Lo cierto es que por ahora no se sabe con total seguridad dónde comenzó el Covid-19 y son muchas las preguntas sin respuesta que han surgido desde que se extendió la pandemia.