Hace apenas una semana una explosión en Madrid llenaba las portadas de los medios en España. El trágico accidente ocasionado por la explosión de una caldera en la calle Toledo número 98 de Madrid hizo retumbar los cimientos del centro religioso. El suceso causa la muerte de varios presentes, entre ellos la de Stefko Ivanoc Kocev, un búlgaro que en el instante de la explosión se encontraba hablando con su novia según recoge 'El País'.
Así lo narra Mariana Kirilova, que mantenía una conversación de lo más normal con su enamorado sobre como había presentado los papeles para el Ingreso Mínimo Vital. Pero en un instante toda esa realidad se desmoronó con un ensordecedor sonido que se extendió por toda la calle. «¿Hola? ¿Stefko? ¿Estás bien?» preguntaba su pareja sin encontrar respuesta alguna al otro lado del dispositivo móvil.
En ese momento Stefko ya había perdido la vida, víctima de explosión que afectó a los edificios colindantes. Instantes más tarde los vecinos de la zona llaman al 112 para advertir de la crítica situación, muchos de ellos atosigados por el bombardeo de contactos familiares que se preocupaban por si residían en la zona.
Una explosión en cadena
Decenas de vehículos de emergencia comienza a agolparse alrededor de la zona cero. La calle Toledo es un escenario en ruinas plagado de cámaras que intentan dar la última hora sobre lo que sucede, y Stefko sigue sin responder. Las llamadas entre ambos se suceden pero no hay respuesta alguna por parte del varón.
La tragedia deja por el momento cuatro muertos, un sacerdote que acompañaba a un feligrés encargado de supervisar las calderas, un albañil y Stefko. A esa cuantía se suman 10 heridos que estaban en la zona. A pesar de que los focos se centran en la crítica situación, también lo era la de Mariana, que vivía con su pareja en un piso ocupado, sin luz ni otras necesidades, por lo que no se entera de lo sucedido.
Al día siguiente cuando la mujer se dirigía a un Mercadona de Lavapiés donde normalmente acude a pedir limosna, un par de policías se le acercan para decirle lo que había pasado con su pareja. La respuesta de Kirilova es la de ver a Stefko, pero los agentes de la ley no se lo recomiendan por el estado en el que se encontraba tras la explosión.
En ese momento comienza una batalla burocrática para realizar el entierro del búlgaro, que requería el reconocimiento de un familiar. La situación encontró una resolución después de que algunos amigos de la víctima consiguieran contactar con la madre, que aún reside en el país del este. Por ahora el entierro se catalogará como de beneficencia y correrá por cargo del Ayuntamiento de Madrid, ya que ninguno de los conocidos puede hacer frente económicamente al ritual.
El resto de afectados por la tragedia
El rector de Virgen de la Paloma, Gabriel Benedicto, mantuvo unas palabras para otros de los fallecidos en el accidente. Primero para Rubén Pérez, sacerdote de 35 años, que le definió como un gran compañero y amigo, con quien tuvo la oportunidad de compartir vivir el confinamiento en eucaristía diariamente.
«He conocido su fuerza en la debilidad, su paciencia al obedecer, su sentido del humor, su agudeza. Lo sentíamos como un hermano» ha comentado el párroco. En un principio había desaparecido, pero logró salir del edificio semiderruido por su propio pie, aunque fallecería más tarde, durante ese mismo día a causa de una hemorragia interna en el Hospital de la Paz.
También se dirigió a David, el feligrés encargado de revisar la caldera que ejercía de catequista para adolescentes, señala que era «un padre ejemplar, dispuesto siempre a entregar su tiempo día y noche. La gratuidad y la alegría eran sus notas características. Nunca le vi dejar de entusiasmarse por todo: muy enamorado de Sara, devoto de la Virgen, fanático del Atleti» ha contado Benedicto.