El caos que se vivió durante el punto álgido de la pandemia en marzo desbordó los centros sanitarios, funerarios y toda la infraestructura de servicios más básicos a las personas, lo cual dejó muchos muertos pero también mucho desconcierto y miles de familias sin poder despedirse de sus seres queridos.
Los familiares de los infectados por Covid-19 vivieron auténticos momentos de desesperación al sentirse aislados y sin información en muchas ocasiones, una auténtica odisea que a veces incluso iba más allá y resultaba en entierros sin notificar, muertes las cuales no se localizaba a los familiares, falta de transparencia y comunicación sobre los fallecidos por Covid, etc.
Un calvario por el que pasó Alfredo Rondo, quien ha contado a ‘El Mundo’ el caso de su hermano José Antonio Rondo Chele, que falleció en marzo por coronavirus y a quien no encontró para poder despedirse de él en su tumba hasta este pasado agosto.
El joven que relata esta historia llegó a España el 2017 desde Guinea para poder estudiar informática, su sueño, y dejó a todos sus hermanos y su familia atrás. En ese mismo año, su ahora fallecido hermano, que seguía en Guinea, sufrió un ictus, desvaneciéndose en plena calle cuando se encontraba en compañía de sus amigos; tenía entonces 37 años, dos hijos de 6 y 4 años y un tercero en camino. Fue sometido en su país a una operación de la que Alfredo no conoce mucho detalle, solo que «no le cerraron bien el cráneo» y que la mejora no fue importante.
Su familia decide enviarlo a España para que le curen
José Antonio pasó todo el siguiente año paralizado, sin poder mover ningún miembro ni tan solo hablar. Fue por eso que su familia decidió que tenían que enviarlo a Madrid, con la esperanza de que la sanidad española pudiera tratarlo mejor y hacer algo más por su caso. Poco a poco pudo recuperar algo de su movilidad en el lado izquierdo, y ese fue el momento en que embarcó solo en un vuelo con destino Madrid y aterrizó en el aeropuerto de barajas en agosto de 2019.
Su hermano Alfredo le esperaba; había contratado a una ambulancia para que le llevara directamente al hospital Doce de Octubre: «Allí le realizaron una observación por encima y dijeron que no podían atenderlo. Yo estaba fatal, con el susto de no saber qué hacer», cuenta a ‘El Mundo’ su hermano pequeño, que por aquel entonces tenía 19 años.
Con el susto en el cuerpo de no saber qué hacer, lo trasladó a su casa y siguió buscando ayuda, la cual encontró en una asistenta social en Parla, quien le consiguió asistencia gratuita y una derivación al hospital de Getafe.
José Antonio es operado pocos días antes de la pandemia
El 10 de marzo de 2020, tan solo 3 días antes de que se decretara el Estado de Alarma, José Antonio fue intervenido en el servicio de Cirugía Plástica de este centro. Le trasplantaron un colgajo del muslo al cráneo «para taparle la parte que tenía como abierta», explica su hermano.
La operación salió bien, y su hermano pudo estar a su lado en el hospital todos los días para ayudarle en todo lo que necesitara, pues aún estaba convaleciente. Hasta que el 14 de marzo, con el decreto de confinamiento para toda la población, el hospital impidió las visitas a todo el mundo. Fue la última vez que Alfredo vio vivo a su hermano.
Los días pasaban, y él no recibía ninguna llamada desde el hospital para saber cómo se encontraba su hermano, hasta que el 28 de marzo le llamaron para darle la peor noticia: su hermano había fallecido por Covid. «Me dijeron que había comenzado a sentirse mal la noche anterior, que no le encontraban nada y que cuando le hicieron la prueba de coronavirus dio positivo. De un día para otro se murió».
Su familia no da con su cuerpo
El hospital le comunicó no podían hacerse cargo del cuerpo dadas las circunstancias, que lo trasladarían al Palacio de Hielo y les avisarían para el entierro.
«Pasó una semana, no teníamos noticias y empezamos a preocuparnos. Llamamos al hospital, al Ayuntamiento de Parla, a la asistente social... pero en ningún sitio nos decían nada», relata la búsqueda en los días más caóticos y dramáticos de la pandemia.
Dos largos meses después, recibió una llamada donde le pedían que buscara una funeraria para realizar el entierro. Él y su tía, que también vivía en España, encontraron una funeraria económica para realizar el entierro, pero nunca más les volvieron a coger el teléfono para poder hacerse cargo de su hermano.
Hasta que un día, y tras un calvario de llamadas infructuosas y con la ansiedad de no saber dónde se encontraba su hermano fallecido, dieron con un teléfono del Instituto de Medicina Legal, donde habían ido a parar las víctimas de Covid sin reclamar. Llamaron y les informaron que José Antonio había sido enterrado en el cementerio de Sur-Carabanchel. «Lo habían enterrado sin sus familiares ni nada», se lamenta Alfredo.
Una odisea de 6 meses que sufrió el protagonista de esta historia hasta poder dar su último adiós a su hermano y despedirse de él dignamente. Una vida que como muchas otras, quedó truncada por la pandemia cuando parecía que empezaba a despegar de nuevo. Un triste relato que da cuenta de los angustiosos días que vivieron los familiares de las víctimas de Covid en una de las épocas más oscuras de las últimas décadas.