Un niño de 10 años ha fallecido en Italia. El pequeño llevaba mucho tiempo luchando contra un cáncer óseo al que recientemente se había sumado el Covid-19. Aunque había logrado reunir los suficientes fondos para ser intervenido quirúrgicamente, no ha podido ser.
La movilización ciudadana de toda la región de Tamburi, Italia, fue tremendamente emotiva. Gracias a todos los fondos recaudados en esta zona Vincenzo Semeraro iba a ser intervenido en una operación de médula ósea en Roma.
No obstante, las cosas no han salido como se esperaba y el cuerpo del pequeño, de apenas 10 años, no ha podido seguir luchando contra la enfermedad, a la que en las últimas semanas se sumaba una infección por Covid-19.
«Descansa en paz gran guerrero, ahora eres nuestro otro ángel allá arriba en el cielo. Vuela más y más alto», con estas emotivas palabras se despedían sus seres queridos de él.
¿Contaminación en el ambiente?
Una doctora que trabaja a favor de los derechos ambientales de la zona ha criticado que Vincenzo Semeraro podría haber contraído la enfermedad a causa de una sobreexposición a sustancias cancerígenas. Según esta sanitaria, la gigantesca acería Ilva tiene la culpa de esto último.
El popular barrio de Tamburi linda con una enorme planta de 15 millones de metros cuadrados en la que pasaron orgullosas varias generaciones.
«Hoy en día ya no lo estamos, hemos sufrido demasiado con la contaminación, con las personas que se enferman», confesaba Fabio Cocco, un empleado de la fábrica hace tan solo un año.
Esta industria fue propiedad del Estado hasta 1995, cuando Ilva fue vendida a la familia Riva, quienes se encargaron de renovarla tras la gran crisis del acero de los años 1980.
Fue en esos años cuando aparecieron las primeras sospechas de la relación entre la contaminación y el alto número de casos de cáncer de la zona, a menudo aparecidos en niños habitantes de los barrios más cercanos.
«Se veía el polvo tóxico flotar en el aire del barrio, pero nunca imaginamos que el problema también era invisible, que había sustancias como la dioxina», explicaba a la ‘AFP’ en 2019 Cosimo Martinese, ex trabajador de Ilva ya jubilado.
Poco interés por cambiar las cosas
Tras una amplia investigación, en 2012 la justicia italiana ordenó modernizar todas las instalaciones ‘calientes’ como los altos hornos o las plantas del combustible sólido coque para solventar los problemas derivados de las emisiones de gases que generaba la fábrica.
No obstante, «desde 2012 no se ha hecho nada, no se han aplicado las nuevas técnicas para frenar los problemas de contaminación que aún persisten», lamentaba Cosimo Martinese.
Los altos hornos del Ilva están acusados de ser los responsables de causar tumores a la población y producir el 93 por ciento de todas las emisiones de partículas tóxicas en Italia, según varios informes.
Por su parte la fiscalía de Taranto está investigando 174 muertos de los 386 atribuibles a las emisiones de la fábrica y de analizar 237 casos actuales de cáncer, 247 patologías coronarias y 937 enfermos de las vías respiratorias.
Por este motivo, el pasado 26 de julio la magistratura ordenó cerrar seis de los ocho altos hornos de la fábrica, lo que desencadenó una auténtica guerra en Taranto en la que ha tenido que intervenir incluso el Gobierno.
Según el diario italiano ‘La Repubblica’, la Asociación de Padres de Taranto se ha sumado a las críticas. «Cada niño que muere en esta ciudad es el fin de toda una generación que pudo haber moldeado el futuro de nuestro territorio», han denunciado.
Además, han recalcado que les gustaría que todos los italianos se dieran cuenta de que hay una ciudad en Italia, donde la muerte de niños, para los gobernantes, es un asunto totalmente baladí.