Cuando supo que le quedaban dos años de vida, el fotógrafo Carlos Caraglia volvió al mar de A Frouxeira (La Coruña) para pasar los últimos días.
Allí fue donde creció, donde forjó su carácter y donde empezaron a llamarle ‘Bacalao’. Allí ha muerto a los 52 años, acompañado por los suyos.
Carlos era un fotógrafo y realizador audiovisual, pero sobre todo un aventurero que siempre tenía proyectos en mente. Por eso cuando le diagnosticaron un tumor cerebral y le dieron dos años de vida, se propuso emprender su última aventura. Quería grabar un documental sobre sus últimos meses.
Los que conocieron a Bacalao, trabajaron a su lado o vivieron junto a él, sienten ahora un vacío imposible de llenar. Le recuerdan como alguien lleno de energía, siempre optimista y preparado para la aventura. Se fue en compañía de su bien más preciado, su pareja Matilde, mirando a la muerte a los ojos.
Conocido por sus documentales
Carlos Caraglia nació en Inglaterra pero creció en A Frouxeira, Valdoviño, donde estableció una estrecha relación con el mar. De joven salvó muchas vidas como socorrista y trabajó como instructor de buceo. Su carácter intrépido le llevó a ir por primera vez a la Antártida, en un viaje de supervivencia.
Fue entonces cuando nació su pasión por la fotografía y la naturaleza salvaje. Ya como fotógrafo quiso denunciar las consecuencias del cambio climático, impulso del cual nacieron numerosos reportajes gráficos y audiovisuales. Ahí quedan testimonios como El Viaje Polar, que llevan su sello personal.
Su obra más conocida es El lado humano, un documental emitido en Filmin sobre la lucha contra el coronavirus en las primeras semanas del confinamiento. Su último documental tenía que ser el de su muerte. Cuando le dijeron que tenía un tumor cerebral, se propuso grabar Mis últimos dos años.
Quería grabar un último documental
Fue el pasado mes de agosto cuando los médicos le diagnosticaron un tumor cerebral con mal pronóstico. Tras someterse a una complicada intervención le dijeron que le quedaban como muchos dos años. Ha sobrevivido diez meses, durante los cuales siguió pensando en sus proyectos.
Los que lo han acompañado en su último viaje aseguran que fue un ejemplo de entereza, sin quejarse ni una sola vez. Su hermano Tino fue testigo del optimismo con el que afrontó su aciago destino. Era “la alegría absoluta”, recuerda, alguien que siempre vivió a su manera con una gran personalidad.
Sus pasiones eran la fotografía, los perros y la naturaleza, y se veía a sí mismo como “un pez salvaje que pelea por sus sueños”. Por eso nunca tuvo miedo de la muerte. Se veía como un afortunado que había tenido la suerte de cumplir sus sueños al lado de las personas que amaba.
Quería vivir a tope hasta el final
‘Bacalao’ tenía claro que quería morir junto a los suyos y cerca del mar, el mismo mar que le vio crecer y forjar sus sueños. Por eso decidió pasar sus últimos meses en el mar de A Frouxeira. Los que han estado a su lado aseguran que fue feliz hasta el último suspiro junto al amor de su vida, Matilde.
“Qué bien he hecho en vivir lo que he querido vivir”, dijo el propio Carlos en una de sus últimas entrevistas. Lejos de deprimirse, la cuenta atrás ejerció en él un impulso para seguir haciendo hasta el final lo que le hacía feliz. “Quiero vivir con la misma intensidad”, dijo al conocer el fatal diagnóstico.
Carlos vio sus últimos dos años como “un tiempo extra que me parece maravilloso” y que quería aprovechar. Cuando planteó la idea del documental captó la atención de las grandes distribuidoras. Es el único proyecto que Carlos Caraglia no ha podido llevar a cabo, en una vida llena de sueños cumplidos.