A medida que pasan las semanas y se van superando las diferentes fases de la lucha contra el Coronavirus se va teniendo una mayor perspectiva de todo el proceso que muchos expertos coinciden en plantear como cinco fases de las cuales España se encuentra a las puertas de la tercera, la desescalada, que es seguramente la más decisiva.
La primera fase es la del brote, la aparición de un nuevo patógeno con una gran capacidad de transmisión que en cuestión de días se convierte en una peligrosa pandemia mundial. La reacción tarde y mal de España en esa primera fase ha llevado el país a una de las tasas de contagios y fallecidos más altas de todo el mundo.
La segunda fase es la del confinamiento, marcado en España por el colapso sanitario debido a la mala gestión en el control de la epidemia en su primer estadio. Después de un mes y medio con un duro confinamiento y la economía paralizada, España suma ya 210.773 casos confirmados y 23.822 fallecidos.
La buena noticia es que la dureza del aislamiento permitió alcanzar el pico de contagios antes de lo que muchos pronosticaban, y con el rápido descenso de contagios y muertos diarios, las autoridades empezaron a diseñar un plan de desescalada que lleva a España a las puertas de la tercera fase de la epidemia, la salida del confinamiento.
Es la fase más decisiva y también la más complicada, porque los ciudadanos pasan a ser los protagonistas sobre los cuales recae la responsabilidad de su comportamiento que marcará, a corto y medio plazo, el éxito de las medidas y la salida de la emergencia sanitaria. En contra de lo que muchos piensan, las próximas semanas pueden ser las más difíciles.
En los factores que concurren para una solución rápida y efectiva de la epidemia, el que más riesgos plantea es el que tiene que ver con la disciplina y el compromiso de los ciudadanos para ajustarse a las nuevas normas. Eso hasta ahora era relativamente sencillo, puesto que el confinamiento era obligado, pero con la relajación de las medidas se convierte en un desafío.
A cada uno corresponde ahora la responsabilidad de quedarse en casa ante la aparición de síntomas, de evitar los lugares concurridos, de mantener una higiene adecuada y constante, de salir sólo cuando sea necesario y de tener siempre en mente que la irresponsabilidad de cada uno pueden perjudicar al resto.
Las autoridades sanitarias advierten que la prisa por salir puede llevar a errores y que un repunte de los contagios ahora puede ser fatal, peor incluso que lo que ya hemos vivido. Por eso ponen el acento en una palabra, «corresponsabilidad», para que cada uno se comporte de forma responsable por su bien y por el de todos los demás.
La prueba de fuego ha sido la salida de los niños, el pasado domingo, y el resultado no fue del todo satisfactorio, ya que el ministerio del Interior tuvo que dar un tirón de orejas al reconocer casos puntuales de indisciplina. Con la puesta en marcha de las siguientes medidas, como los paseos familiares y la actividad física al aire libre, se espera ir mejorando en ese aspecto.
Si la tercera fase sale bien, España llegará con mejores perspectivas a la cuarta fase, donde durante meses habrá que adaptarse a nuevos hábitos con la amenaza latente de una segunda ola de contagios. El objetivo último es la inmunidad que probablemente nos dará la vacuna, la quinta fase a la que habrá que llegar por un largo y duro camino que ahora empieza.