Elvira tiene hoy 39 años, y hace 37 que la abandonaron, junto con sus dos hermanos, en la Estación de Francia, en Barcelona. Luego se marcharon y nunca más se supo de ellos. ¿Abandono o desaparición? Esta es la pregunta que ha perseguido a Elvira durante todos estos años, mientras sigue buscando a sus padres biológicos.
La historia de Elvira Moral empieza el 22 de abril de 1984. Ella tenía 2 años, y sus dos hermanos, Ricard y Ramon, 4 y 6. Venían de París, a bordo de un coche blanco conducido por un señor de nombre Denis. El hombre les deja allí, les dice que va a por caramelos y no vuelve más. Los tres niños quedaron solos, hasta que les encontró la policía.
Elvira no recuerda mucho, era muy pequeña, pero su hermano le cuenta que este hombre era un amigo de sus padres.Estuvieron jugando por los andenes y los vagones de tren, hasta que su llanto llamó la atención del revisor. Los tres niños hablan francés, y el mayor un poco de castellano. El caso queda en manos de la policía.
Pero la investigación no conduce a ninguna pista fiable. Ni la policía española, ni la francesa ni la Interpol saben dónde están sus padres. Es un caso extraño, porque los tres niños iban bien vestidos, peinados y cuidados. No parecía un abandono premeditado. Pero hay otro detalle inquietante: su hermano mayor, que tenía 6 años, no sabía el nombre de sus padres.
Los niños son llevados a un centro de acogida, y en las escuelas cuelgan carteles con su imagen por si alguien puede dar alguna pista. Sus padres no aparecerán, pero sí sus padres adoptivos, una pareja de maestros que deciden hacerse cargo de ellos. Empezó una vida nueva para ellos, pero el misterio seguía allí.
A medida que fue creciendo, Elvira fue notando que había cosas extrañas en su caso. «¿Dejan a tres niños en una estación y lo único que haces es esperar a que alguien los reclame? ¿No existían fronteras, pasaportes, algo para investigar?», se pregunta. Lo único que le queda es un cartel con la imagen de los niños y un escrito a mano: «Se necesita información de estos niños, si los conoceis avisar».
Los únicos recuerdos que tienen
De sus padres no tienen ninguna información, ni el nombre. Pero la madre adoptiva de Elvira le cuenta que cuando les adoptaron, ella hablaba mucho de su madre biológica: «Era rubia, tenía el pelo largo, con el flequillo, con los labios pintados de rojo». Y tiene una imagen grabada en la cabeza, pero cree que se la ha ido fabricando con los años.
Elvira no recuerda a su padre, pero su hermano sí, y lo describe «con el pelo blanco, con greñas por detrás, y la cara un poco castigada». Su hermano también recuerda que vivían en París. «Mi hermano me describió la calle donde vivíamos, desde la que se veía una pata de la Torre Eiffel, y había una tienda de juguetes delante de casa».
Pero su hermano no tiene recuerdo de jugar con otros niños y dice que viajaban mucho con su padre. Recuerda un viaje a Suiza, y otro a Madrid. Pero hay un detalle que también resulta muy inquietante: «Mi hermano me cuenta que llegó a jugar con pistolas, no sé si de verdad o de juguete, pero que había pistolas por casa».
Una pista fiable, pero falsa
A partir de todos estos detalles, Elvira cree que sus padres podrían haber estado metidos en un problema y para salvar a los niños los llevaron a España. «O quizá esta es la historia bonita que me quiero imaginar», matiza.
Su familia adoptiva tenía incluso una teoría de quienes pueden ser sus padres. «En el momento que nos abandonaron había un mafioso francés en la cárcel Modelo de Barcelona. Ese mismo año su mujer le llama desde la calle para hablar con él, él se acerca a la ventana de la celda y le matan de un disparo. Mi madre siempre sospechó que ese hombre, Raymond Vaccarizi, podría ser mi padre».
La mujer de Raymond cuadraba con la descripción que Elvira hacía de su madre. Todas las piezas parecían encajar, pero su hermano no reconoció a su padre al ver la foto del mafioso muerto. El misterio sigue sin resolver, pero Elvira no se rinde.
Dispuesta a seguir con la búsqueda
Elvira tiene ahora dos hijos, uno de 4 y otro de 6. Esto le hizo preguntarse de nuevo «cómo dejas a tres niños así». A partir de ahí reactivó la búsqueda de sus padres. «Primero me hice un test de ADN en un banco que tiene otros perfiles genéticos y los comparan con un programa para encontrar coincidencias».
A través de eso ha descubierto que tiene descendencia española, sobretodo en Andalucía, y también francesa. Ha intentado ponerse de acuerdo con esas personas, pero no ha recibido respuestas. Ahora se siente perdida. «No sé por dónde tirar, y sé que puede ser una búsqueda de por vida pero estoy dispuesta a hacerlo», concluye Elvira.