La misteriosa muerte de Déborah Fernández sigue sin resolverse cuando están a punto de cumplirse 20 años desde su desaparición y posterior asesinato.
El cuerpo sin vida de la joven viguesa fue hallado en O Rosal con evidentes signos de violencia, según reflejó la última autopsia realizada por el prestigioso forense, Aitor Curiel.
Su cadáver fue encontrado tan solo diez días después de desaparecer mientras hacía footing por el entorno de la playa de Samil.
Según había comentado a su familia la misma tarde de su desaparición, su intención era coger una película en el videoclub y quedarse toda la noche en casa. Pero la joven nunca llegó a su destino y se le perdió el rastro en cuestión de minutos.
"Yo tengo clarísimo que Déborah se sube al coche con alguien conocido. Es algo clarísimo. Seguramente con alguien con el que había quedado previamente. Luego hay una prueba pericial médica de nuestro forense que ante cualquier punto de vista es una muerte violenta", señala el abogado de la familia, Ignacio Pérez, al Faro de Vigo.
El vínculo afectivo de Déborah Fernández con su presunto asesino
Lo único que estuvo claro desde el principio fue que la joven había muerto de forma violenta tras ser atacada por una persona con la que tenía una cierta vinculación afectiva. Déborah conocía, y muy bien, a la persona que la mató.
La Policía siempre sostuvo esta hipótesis porque el cadáver de la joven fue depositado en una cuneta completamente limpio y a la vista para que pudiera ser encontrado.
El presunto autor del crimen se habría esmerado en tapar las partes íntimas de la joven y crear una escena ficticia con el objetivo de simular un móvil sexual.
Junto al cuerpo se encontraron un preservativo usado junto a una funda, un pañuelo de papel y un cordón verde, pero los investigadores tuvieron claro que se trataban de pistas falsas. Y es que el cuerpo no tenía signos de violencia ni de agresión sexual.
Partiendo de esta base, los agentes de la Policía centraron sus sospechas en la expareja sentimental de Déborah. Sus contradicciones durante el interrogatorio lo situaron en el foco de los investigadores, pero no fue suficiente para imputarlo.
Incluso se barajó la posibilidad de que la joven hubiese fallecido por causas naturales. Una teoría que la familia siempre ha rechazado y ha confirmado la última autopsia realizada al cuerpo de la joven.
Sin poder avanzar en las investigaciones, el caso estuvo cerrado durante más de 10 años, pero la familia logró reabrirlo a finales de 2019 tras una ardua batalla.
Nuevos testigos declaran sobre la muerte de Déborah: su caso prescribirá en 2022
Desde entonces el Juzgado nº 2 de Tui ha tomado declaración a más de una veintena de testigos, entre ellos los padres del exnovio de la víctima y la prima de la joven. Ella fue la última en ver a Déborah con vida después de que ambas compartieran juntas una parte del recorrido por la playa.
"Tiene guasa que la última persona en verla con vida sea citada a declarar 19 años después. Ella ha estado en contacto directo con la Policía y queremos que en la causa judicial consten muchas cosas que no constan policialmente", recalca la hermana de Déborah al Faro de Vigo.
El que fuera la pareja sentimental de Déborah por aquel entonces continúa en el centro de las sospechas. Aunque hasta ahora no había sido citado judicialmente ni como investigado ni como testigo.
Las últimas pruebas forenses certificaron que bajo las uñas de la joven se encontraron fibras compatibles con dos mantas del principal sospechoso. Además, su coche y su arcón congelador han sido inspeccionados en los últimos meses en busca de nuevas pistas.
Los investigadores del caso trabajan a contrarreloj con la vista puesta en mayo de 2022. Una fecha marcada con temor en el calendario de la familia, ya que el crimen de Déborah cumpliría 20 años y prescribiría sin encontrarse ningún culpable.