Cristian tenía 40 años y todas las mañanas como un clavo a las siete abría la persiana de la Cafetería Sergio en el centro de Bilbao. Este argentino que llegó hace años a España para ganarse la vida se había ganado el corazón de los clientes. El domingo por la mañana perdió la vida en un accidente de moto.
La trágica muerte de este camarero argentino afincado en nuestro país ha dejado desolados a sus vecinos. “Buenos días, bambino” era el caluroso saludo con el que todos los días recibía a sus clientes, siempre con una sonrisa. Ahora se despiden de él entre lágrimas y con su saludo habitual: “Bambino, buen viaje”.
El accidente en el que murió Cristian tuvo lugar el domingo por la mañana, a las 06:15 horas en la calle Euskal Herria de Getxo. El motorista se salió de la vía e impactó contra un árbol de forma mortal. Se trata del tercer motorista fallecido este año en Vizcaya, además de otros tres en la provincia de Guipúzcoa.
Conocía a todos los clientes
Cristian era muy conocido en Bilbao por atender a los clientes detrás de la barra de un conocido local. La Cafetería Sergio está ubicada en la calle Máximo Aguirre, muy cerca de la Gran Vía que es una de las principales arterias de la ciudad. Conocía el nombre de todos los clientes, y se los ganaba con su sonrisa.
Entre la clientela estaban los trabajadores de El Correo, el diario vasco que hoy dedica un espacio para despedirle. “Fuimos los últimos en incorporarnos a tu fiel clientela de gentes de oficina, comercio y otros menesteres”, explican. Recuerdan anécdotas como “lo orgulloso que estabas de tus tortillas”.
“Las mejores tortillas de Bilbao, tortilla perfectoa”, bromeaba habitualmente mostrando su carácter afable. Él mismo les había confesado que había aprendido la receta en un local bilbaíno, “y seguro la mejoraste con esmero y dedicación”. Ahora echan la vista atrás y rememoran los buenos momentos vividos.
Cariñoso y siempre de broma
“Atender en hora punta el bar era todo un ejercicio de sabiduría detrás de la barra”, se puede leer en El Correo. Le definen como “listo, cariñoso, buen argentino y guasón, pero sin dejar de trabajar ni un segundo”. Recuerdan que “movía las manos a una velocidad de vértigo” mientras atendía a los clientes.
Estaba muy contento porque había encargado otro cuerpo para la cafetera, “para que tus clientes no esperásemos ni un segundo de más”. Según cuentan, su obsesión era que todos los clientes estuvieran satisfechos y recibieran su café al momento. Ahora lamentan que no pueda abrir más la persiana.
Muchos clientes se detienen estos días delante de la puerta del bar y derraman lágrimas al leer los mensajes pegados a la cristalera. El lugar se ha convertido en un santuario improvisado con fotos, mensajes y flores para recordad al joven fallecido. En los mensajes se puede ver lo querido que era Cristian.
Rotos por su pérdida
“Gracias por tu alegría y tu diversión, “que tengas un buen viaje” o “tiburón, cuanta falta nos vas a hacer” son algunos de los mensajes que le han dejado. Recuerdan también que su deporte favorito era sumergirse bajo el agua. “Allí donde estés, esperamos que te hayas llevado tu traje de buceo”, le escriben.
Cristian llegó a España cuando estalló la crisis económica en su país, y pronto se convirtió en uno más. Aquí encontró trabajo y pudo labrarse un futuro lleno de ilusión. Seguía con preocupación la actualidad, y días antes de morir dijo: “Quién me iba a decir que me escapé de un corralito y quizás llegue a otro”.
El domingo los periodistas de El Correo escribieron la noticia de su muerte sin saber que se trataba de su camarero. Al conocer la identidad de la víctima mortal un manto de dolor inundó la redacción: “somos muchos los que estamos rotos por tu trágica marcha”. Desgraciadamente, Cristian ya no volverá a subir la persiana.