Montaje con el pozo y los investigadores

Varón, 35 años: crece el misterio del cadáver sin nombre hallado en un pozo en España

Saben que murió asesinado, pero la pista que parecía definitiva ha llevado a un callejón sin salida

Varón, 35 años, 1,75 metros, asesinado a golpes. Esto es todo lo que se sabe del cadáver hallado en un pozo en O Porriño (Pontevedra) hace ocho meses. La principal prueba para resolver el caso ha llevado a un callejón sin salida, y los investigadores están desconcertados.

El cuerpo apareció el 21 de febrero en el interior de una nave industrial abandonada, en el municipio pontevedrés de O Porriño. Estaba en avanzado estado de descomposición, pero pudo establecer la edad aproximada de la víctima. Otros indicios llevaron a los agentes a suponer que estaban delante de un crimen.

El cuerpo estaba saponificado, un proceso químico que se produce cuando una sustancia grasa se mezcla con sosa. Además, la tapa del pozo estaba cerrada. Desde el principio se barajó la hipótesis de que había sido asesinado y arrojado al pozo, donde pasó sumergido bastante tiempo.

Pero la identidad de la víctima sigue siendo a fecha de hoy un gran misterio. En la zona no había documentación, y el aspecto del cadáver hacía imposible su reconocimiento. Los investigadores contaban con una pista prometedora, pero tampoco ha dado resultado.

La pista que parecía definitiva

El análisis forense del cadáver arrojó dos informaciones clave. Una, que el hombre había muerto por fuertes traumatismos craneoencefálicos. La otra, que hallaron entremetido en uno de los dientes un fragmento microscópico de pintura azul.

Había otro dato interesante, y es que según los forenses la muerte se produjo en verano de 2020, probablemente en agosto. Resumiendo, los investigadores buscaban al autor de un crimen cometido en agosto de 2020 con un palo azul. Y parecían estar de suerte, porque en el lugar del crimen apareció una fregona con el palo azul.

Si lograban determinar que aquella fregona era el arma homicida, estarían más cerca del asesino. Pero todas las esperanzas se han venido abajo con los resultados científicos. Las muestras del fragmento del diente y el palo de la fregona no coinciden.

Lo que parecía definitivo para resolver el caso ha resultado ser una pista falsa, y hay que volver a empezar de cero. El resto de pintura azul en el diente proviene de otro lugar. Podría ser algo que mordió la víctima, pero tampoco saben qué tipo de sustancia es.

Sigue la incógnita sobre su identidad

La primera intención de los investigadores era descubrir la identidad del muerto a través de su perfil físico. Un equipo de forenses y antropólogos determinaron que se trataba de un hombre de unos 35 años, que medía 1,75 metros y era de apariencia corpulenta. También sacaron la ficha dentaria y extrajeron muestras de ADN.

El siguiente paso era cotejar las muestras con los perfiles genéticos que la policía tiene en su base de datos. Pero no encontraron coincidencias ni en los registros españoles ni en los de Portugal. El cuerpo tampoco ha sido reclamado por los familiares, ni hay desaparecidos en la zona que coincidan con esos rasgos.

Las lesiones craneales no coinciden con las de una caída accidental, ni tampoco murió por ahogamiento. Fue asesinado a palos, con golpes tan fuertes que tenía el cráneo hundido. Tuvo que ser una arma “como un objeto duro e inespecífico”, pero solo se encontró la fregona, y ahora se ha sabido que no es.

El cadáver ya está enterrado

La policía se encuentra ahora en un punto muerto y empiezan a asumir que quizás no se sepa nunca la verdad. Al parecer, alguien ha cometido el crimen perfecto, aunque nunca puede descartarse un último giro de guion. Mientras tanto, el cadáver ya descansa en paz a pesar de no haber sido reclamado.

A finales de abril, después de haberse realizado todas las pruebas forenses, el juzgado de instrucción solicitó al ayuntamiento hacerse cargo de la inhumación. Fue enterrado en el cementerio municipal de O Porriño, después de haber pasado varios meses en un pozo y otros tantos en el tanatorio de Vigo.

Según la base de datos de Personas Desaparecidas y Restos Humanos sin Identificar (PDyRH), en España hay 3.000 cadáveres que no sabe a quién pertenecen. Algunos pasan años en una cámara frigorífica antes de ser enterrados. En la mayoría de los casos, nunca se sabrá quiénes son.