El 8 de octubre de 2011, a las 18.30 de la tarde, los servicios de emergencia de Córdoba recibieron una inquietante llamada. Al otro lado del teléfono, la voz quebrada de un padre aseguraba haber perdido a sus dos hijos. Era el llanto simulado de José Bretón después de haber acabado con la vida de Ruth (6 años) y José (2 años).
España contuvo la respiración durante días hasta que aparecieron unos restos óseos en una hoguera en la finca familiar de José Bretón. La investigación condujo hasta el padre de los niños, que fue arrestado el 22 de octubre. Lo que se desveló después fue uno de los crímenes más crueles de la crónica negra en España.
En 2013 arrancó el juicio en el que José Bretón fue sentenciado a 40 años de cárcel. Toda España se sobrecogió ante la fría mirada del parricida, que asistía al juicio como si no fuera con él la cosa. De hecho, nunca hasta ahora había reconocido haber matado a sus hijos.
José Bretón mató a sus dos hijos Ruth y José para vengarse de su exmujer, Ruth Ortiz. El suyo fue el primer caso mediático de violencia vicaria en España. Últimamente hemos tenido otros ejemplos como el de Tomás Gimeno y el de Martín Ezequiel Álvarez.
Ruth y José, crónica de un crimen
Corría el mes de septiembre de 2011 cuando Ruth Ortiz le pidió el divorcio a su marido, José Bretón. Ambos tenían dos hijos en común: Ruth, de 6 años, y José, de 2. Entonces, el exmilitar planeó un macabro plan para vengarse de su mujer de la forma más salvaje.
José Bretón lo tenía todo planeado. Aprovecharía un permiso con los niños para llevarlos a su finca familiar de Las Quemadillas, sedarlos y consumir sus cuerpos en una gran hoguera. Luego simularía su desaparición con una llamada al 112 y una falsa búsqueda en el parque.
Puso en marcha su plan el 7 de octubre, cuando recogió a los niños en Huelva y se los llevó a Córdoba para pasar el fin de semana. Al día siguiente, un 8 de octubre, ejecutó su venganza con una sorprendente sangre fría. La misma que demostró tener durante el juicio, ante la mirada de toda España.
José Bretón, un psicópata de manual
En la llamada del día 8, los especialistas ya vieron algo extraño. Su voz sonaba rota, pero no se advertía ningún tipo de emoción y la desesperación parecía fingida. Desde entonces, no ha mostrado nunca ningún signo de alteración, y mucho menos de arrepentimiento.
‘El Cebollo’, como le llamaban en Córdoba, tiene un coeficiente intelectual privilegiado. Fue soldado en Bosnia y estaba obsesionado con el personaje de ‘El Resplandor’, la película de Jack Nicholson. Era un ser exageradamente maniático, y esas manías acabaron hartando a su mujer y a sus hijos.
En sus papeles más íntimos se puede leer: “Tengo muchas manías, escrupuloso, me molesta que toda, que sorban los mocos, escuchar comer”. En ellos se desvela su gran obsesión con que su mujer le engañaba: “Si le pongo la denuncia es como declarar la guerra. Pensión para la mujer”.
En sus diarios hace un cálculo pormenorizado de lo que le costará esa guerra: “Custodia total madre. Fines de semana alternos. Libertad de ver. Ortodoncia, gafas, clases de apoyo, coche mío, ajuar, gastos 70/30. Inventario. Bloquear cuenta. Ruth no existe”. Fue entonces cuando intentó un último acercamiento.
“Los niños y tú sois mi familia y no quiero renunciar a vosotros. Démosles una vida ideal, poder pasear, llevarlos al colegio, viajar, llevarlos al médico. ¿Tanta repelencia te produzco?”. El mensaje no tuvo el efecto esperado, y entonces José Bretón mostró su verdadera cara, el monstruo que llevaba dentro.
José Bretón rompe su silencio
En octubre de 2016, en el quinto aniversario de los asesinatos, José Bretón se rajó el cuello con una cuchilla de afeitar. La rápida intervención de los funcionarios impidió que muriera. Era su tercer intento de suicidio, y desde entonces cumple condena en la enfermería del penal.
Durante todos estos años, José Bretón ha mantenido su inocencia y no ha mostrado ni una pizca de arrepentimiento. Los expertos le definen como un psicópata de manual: narcisista, obsesivo, e incapaz de sentir empatía hacia los demás. Pero algo ha cambiado en los últimos meses, y el parricida ha roto su silencio.
Tal y como desveló el diario El Mundo, José Bretón participó en una terapia con psicólogos y otros asesinos conocidos. En esas charlas confesó por primera vez haber matado a sus dos hijos. “Estuve 15 días planeándolo todo, porque quería hacerle daño a ella. Tranquilos, que los niños no sufrieron, yo jamás les haría daño”, comentó.
Por primera vez en diez años, José Bretón se muestra arrepentido: “Lo que yo hice es lo peor que puede hacer un ser humano”. Sus palabras resuenan con la misma frialdad con la que hace una década cometió el crimen más mediático de la crónica de sucesos española. El crimen que rompió a toda España un 8 de octubre de 2011.