Han pasado ya 17 años, pero el triple crimen de la familia Barrio sigue muy presente en Burgos. El 7 de junio de 2004, el matrimonio formado por Salvador y Julia, y su hijo Álvaro, fueron brutalmente asesinados. A fecha de hoy no se sabe quién lo hizo.
En el decimoséptimo aniversario del crimen, el inspector a cargo de la investigación, Carlos Segarra, reconoce que probablemente nunca se sabrá quién lo hizo. Pero también asegura que la policía seguirá trabajando en el caso, incluso cuando prescriba.
En el triple crimen murieron Salvador Barrio, de 53 años, su mujer Julia, de 47, y su hijo Álvaro, de 12. El padre fue cosido a puñaladas en la cocina. La mujer, desangrada junto a la cama del dormitorio. El pequeño, lleno de agujeros en el pasillo.
A pesar de la violencia del crimen, nadie vio ni escuchó nada. Su círculo de familiares y amigos era más bien pequeño. Tampoco tenían enemigos conocidos. Su muerte sigue siendo uno de los grandes misterios de la crónica negra en España.
Un gran ensañamiento
Los policías que estuvieron allí describen el escenario del crimen como «un auténtico baño de sangre». Los vecinos oyeron gritos y ruidos, pero no le dieron importancia. Horas después, familiares de los Barrio entraron en el piso al ver que no daban señales de vida.
Al entrar vieron a Salvador en el suelo con más de 50 puñaladas. También habían sido acuchillados Julia y Álvaro. El asesino había querido asegurarse de su objetivo, y los tres presentaban un corte en el cuello.
Había detalles verdaderamente escabrosos. Como que el autor de los hechos asestó más de doce puñaladas al menor cuando ya estaba muerto. La clave era resolver por qué tanto ensañamiento contra tres personas indefensas.
Sin pistas concluyentes
El asesino entró sin forzar la puerta y utilizó guantes para no dejar huellas. El único rastro que dejó fueron las pisadas marcadas en la sangre con zapatillas Dunlop del número 42. Esta fue la única pista para los investigadores, pero aún no se sabe de quién son.
La única posibilidad es que entrara con un duplicado de llaves, o llamando a la puerta y que Salvador le abriera con confianza. Por lo tanto, la principal hipótesis es que el asesino y las víctimas se conocían. El ensañamiento demuestra que fue un crimen emocional.
El asesino acuchilló hasta 50 veces el cuerpo de Salvador en la cocina, luego se fue a por Julia en el dormitorio e hizo lo propio. Álvaro se había refugiado en su cuarto, pero el agresor entró, lo arrastró por el pasillo y lo mató a cuchilladas.
El hijo mayor, bajo sospecha
En la familia Barrio solo hubo un superviviente: Rodrigo, el hijo mayor, de 16 años. Apenas unas horas antes del crimen había ingresado en un internado. Inmediatamente pasó a ser el sospechoso número uno de este caso.
Sin embargo, el inspector Segarra asegura que «a día de hoy no hay absolutamente nada contra él, y creemos que tampoco en el futuro se pueda concretar su participación en los hechos». Al principio creyeron que podría haberlo hecho por celos hacia su hermano.
Pero la policía abrió otra línea de investigación: el robo. Salvador tenía una pequeña fortuna en tierras y el mismo día que murió tenía que ir a recoger una cosechadora de 25 millones de pesetas. Pagó una parte por transferencia, y la otra la tenía que pagar en metálico.
Puede ser que alguien supiera ese detalle y quisiera robarle el dinero. Pero la Policía tampoco ha encontrado pistas fiables que lleven a ese ladrón. Mientras, la familia se sigue preguntando todos los días quién los mató, por qué y para qué.
Insultos en la lápida de Salvador
La misma noche que enterraron a Salvador, algo llamó la atención de los investigadores. Una persona escribió todo tipo de insultos en su lápida. El autor de las pintadas fue identificado y detenido, pero el día del crimen no estaba en Burgos.
Tienen claro que el asesino actuó movido por el odio como lo hacen los psicópatas. Una vez descartada la participación de Rodrigo y la del vecino trastornado, la Policía se encuentra en un punto muerto. La investigación sigue bajo secreto de sumario.
Según Carlos Segarra, no tener una línea clara o un único sospechoso ha dificultado la investigación. Mientras tanto, Burgos sigue recordando todos los días el brutal crimen que cambió para siempre la ciudad: «La ciudadanía no puede olvidar estos hechos».