El coronavirus continúa dejando historias desoladoras a lo largo y ancho de la península, pero también sucesos de lo más bizarros y macabros.
Es el caso de un nonagenario de 92 años originario de Santa María da Feira, una ciudad ubicada en el norte del país vecino, Portugal.
Los médicos del hospital donde se encontraba ingresado certificaron la defunción del hombre por coronavirus y, así se lo habían comunicado a los familiares del fallecido.
La familia enterró el cuerpo del muerto. Días después se informó a los allegados del nonagenario que el anciano estaba vivo. Todo había sido fruto de un error.
El anciano empeoró durante su hospitalización
El presunto fallecido permaneció dos meses ingresado en el Hospital de Oliveira de Azaméis, en Portugal, por un cuadro de problemas respiratorios.
Durante su internamiento, su estado de salud empeoró tras contraer el coronavirus. El 10 de enero, los médicos informaron a los parientes del paciente su fallecimiento.
Con todo su pesar, los familiares del difunto iniciaron los trámites y los preparativos para dar sepultura al anciano. El funeral del fallecido tuvo lugar dos días después de su defunción.
A sus allegados no se les permitió reconocer el cuerpo sin vida del anciano a consecuencia de los estrictos protocolos sanitarios que rezan cuando se da el caso de una muerte por Covid.
Error médico dan por muerto a un hombre vivo
Los familiares celebraron la triste velada en honor del anciano. Veinte días después de que el cuerpo sin vida descansara en paz en tierra sagrada, alertaron a la familia que el anciano estaba vivo.
Una serie de irregularidades propiciadas en el registro de muertes del hospital había conducido a una confusión con la identificación de los pacientes.
Se abrió una investigación a raíz de esta alerta. El resultado de la misma concluyó que un error de los sanitarios había mezclado la identificación de los pacientes.
Por lo tanto, el anciano que se daba por muerto y que había sido enterrado estaba vivo. En su lugar, el cuerpo sin vida que yacía en el ataúd donde se presuponía que descansaba el anciano correspondía a otro paciente del hospital que, efectivamente, había perecido.
El hijo del vivo dado por muerto entendió la confusión y responsabilizó al cansancio de los sanitarios tras un año en pleno campo de batalla contra el coronavirus.
«Sé que en estos momentos los médicos tienen mucho trabajo, pero espero que este acontecimiento sirva para que haya más cuidado en el futuro», dijo de manera comprensiva el hijo del anciano en unas declaraciones para un periódico nacional, Jornal de Notícias.
Otro caso similar
La historia de esta familia no es el único suceso macabro con el que las familias se topan desde que el coronavirus vaga por las calles del mundo entero.
En Ia localidad italiana de Sora, una familia recibió la noticia de que su pariente había fallecido. Los allegados del presunto difunto se apresuraron a organizar los preparativos del funeral.
Sin embargo, cuando acudieron al hospital donde había permanecido ingresado hasta su defunción para recoger las pertenencias del familiar, se encontraron con el paciente ‘muerto’ por Covid-19 desayunando tranquilamente en su habitación.
El supuesto fallecido desconocía que desde el hospital hubieran trasladado su defunción a sus familiares como consecuencia de un error en las referencias biográficas de otro paciente que, realmente, sí había fallecido.
Aunque el disgusto de las familias ha sido irremediable, al menos han podido reencontrarse con su familiar que daban por muerto una vez más. Una vez pasado el susto, para ellos queda como una anécdota que podrán contar y reírse del mal trago.
Pero, por otro lado, queda la cara b de esta realidad. Familias que creen que sus allegados hospitalizados siguen vivos y, de pronto reciben la noticia de que ha fallecido. Pero no ahora, ni ayer, sino hace unos días y que ya está incinerado (o no) y enterrado en otro lugar.
Estas familias deben comenzar con un proceso más doloroso, la aceptación del fallecimiento y la organización de los trámites que exhumen el cuerpo para depositarlo en el terreno o el nicho que su familia o el propio difunto había adquirido para descansar en paz.