La sola idea de que hay una segunda ola de contagios que obligue a un nuevo confinamiento, con todo lo que esto supone para el estado de ánimo de los ciudadanos y el impacto en nuestra economía, es suficiente como para mirar atrás y aprender de los errores cometidos para saber lo que España debe hacer para evitar una segunda ola de contagios.
La mayoría de las amenazas para la salud global tienen su origen en el reino animal, y en este caso la intuición de que el Coronavirus saltó de los animales a los humanos es suficiente como para tener en cuenta el posible foco de propagación de cara a futuras epidemias. Los expertos advierten de la importancia del equilibrio entre especies que el hombre está poniendo en jaque por su explotación del planeta, algo que deberemos sin duda revisar de cara al futuro.
Claro que el éxito del virus en su propagación depende después de su adaptación al organismo humano. Para frenar el contagio es esencial encontrar el paciente cero, que permite saber cómo se introdujo la enfermedad, qué características tiene y de dónde ha podido venir, además de ayudar a encontrar un tratamiento y una vacuna para la enfermedad.
Singapur se ha erigido como el mejor ejemplo del éxito de esta estrategia, ya que por cada nuevo caso sin un origen conocido se repasan minuto a minuto los días previos del enfermo, y se pueden llegar a poner en cuarentena miles de personas por una decena de infectados.
En Asia, de hecho, la experiencia del SARS ha consolidado una serie de técnicas que en España serían más difíciles de implantar por su carácter invasivo (¿inconstitucionales?) y además pierden todo el sentido cuando ya se ha iniciado la transmisión local. Según los expertos, la prioridad es atender a los enfermos, y luego evitar nuevos contagios.
En esta pandemia también hemos aprendido de la importancia de controlar los asintomáticos. En Estados Unidos, el paciente cero colaboró y se activó el protocolo para localizar a sus contactos y ponerlos en cuarentena, y aunque ninguno manifestó síntomas y todo parecía bajo control, la epidemia se extendió. Hay algún momento en el que se pierde el hilo.
Esta es otra de las lecciones que hemos aprendido, lo fácil que es para este tipo de epidemias extenderse con rapidez, y por eso es importante seguir a rajatabla las medidas de prevención de las autoridades sanitarias.
Dentro de esta complejidad entra el caso de los supercontagiadores, personas que por sus características son capaces de transmitir el virus a más personas con más facilidad. Un claro ejemplo es Mattia, el paciente uno en Italia, que trabaja como mánager en una multinacional y que por su ajetreada vida social estuvo en contacto con muchas personas los primeros días.
Localizar al paciente cero, detectar a los asintomáticos, poner en cuarentena a los primeros infectados y a su círculo cercano, limitar los vectores de transmisión y poner en marcha un plan para hacer efectivas las medidas de prevención son las lecciones que hemos aprendido estas semanas y que pueden evitar, en un futuro, una segunda ola de contagios.