El primer balance de la catástrofe forestal provocada por la tormenta de nieve en Madrid es impactante. Según el ayuntamiento de Madrid, Filomena ha dañado en un 60-70% el arbolado de parques emblemáticos como el Retiro o la Dehesa de la Villa y el del mayor bosque urbano de España, la Casa de Campo. La afectación sobre las calles y plazas, el llamado arbolado de alineación, asciende a un 20%. La cifra total puede rondar el millón de árboles heridos y muertos, del total de 5,7 millones que tiene la capital. El panorama es sin duda dramático, pero los ciudadanos no sentirán los efectos de la masacre de forma inmediata. Será en verano, cuando apriete fuerte el calor, cuando de verdad se acordarán de esta pérdida.
Filomena ha afectado con el 70% de los árboles de Madrid
«La sensación de calor este verano será mayor, porque Madrid va a perder muchísima sombra», explica Luis Gil, catedrático de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Montes, Forestal y del Medio Natural (ETSI) de la Universidad Politécnica de Madrid. «Ya no podremos refugiarnos bajo la copa de esos árboles que han caído o que han perdido sus ramas. Antes de la nevada, veníamos de uno de los años más calurosos de la historia, y si el próximo verano sigue en la misma línea, puede ser más duro sin la presencia de esos árboles».
Como explica Luis Gil, «hay que sanear los árboles para evitar infecciones por hongos cuanto antes, ya que empiezan a brotar en abril y las heridas son puntos de entrada. Las repoblaciones tampoco se pueden hacer en verano. Si nos viene una primavera cálida y hacemos plantaciones tardías, o viene una ola de calor repentina, todo el trabajo de replantación se va al traste. Por eso, hay que limpiar bien cuanto antes y dejar los árboles preparados. Al Ayuntamiento de Madrid le viene encima una cantidad de trabajo ingente».
Una catástrofe pasajera
La buena noticia es que el impacto será grande solo a corto plazo. Porque más allá de la escasez de sombras y el impacto visual, los expertos no están preocupados por el futuro de la masa forestal de Madrid, ya sea en el Retiro, en la Casa de Campo o en cualquier calle o parque de tamaño medio. La previsión es hacer una poda masiva hasta la primavera y luego, quizás el año que viene o el otro, ir reponiendo los huecos a medida que los viveros tengan ejemplares. En cuatro o cinco años, los árboles heridos se habrán regenerado y Madrid recuperará gran parte de la pérdida en un periodo de 10 a 20 años.
Según datos oficiales, hay zonas donde hay que hacer una poda fuerte cada 10 años, y esto ha sido una poda caótica y muy espectacular, pero el grado real de daño es limitado. Del 70% de árboles afectados, el porcentaje de árboles muertos es muy inferior, y el resto rebrotarán sin mayores problemas si se hace una buena poda.
«Sería bueno replantearnos si merece la pena repoblar las calles con la misma densidad o tener menos densidad de árboles, pero en mejor estado», prosigue. «A lo mejor hemos plantado demasiados árboles en las ciudades para que se vea que hay vegetación, o hemos plantado especies que crecen demasiado en calles pequeñas, molestan a los vecinos y son poco estables».
Sin impacto en la polución
Otra de los efectos colaterales es la pérdida de parte del pulmón verde de la capital, la ciudad con mayor polución del país. Casualmente, una boina de polución sobrevuela estos días la capital de España. ¿Tiene algo que ver? Los expertos lo niegan.
Lo explica el responsable de Contaminación de Greenpeace: «Las sustancias que condicionan la mala calidad del aire de Madrid, las partículas de la famosa boina, como el dióxido de nitrógeno que hace saltar el protocolo anticontaminación, no son sustancias que el arbolado ayude a limpiar. Cuando se limpia la atmósfera, es por las condiciones meteorológicas que favorecen la dispersión de los contaminantes, como el viento o la lluvia. Ciertas especies de árboles sí filtran determinadas sustancias del aire, pero esta pérdida por el temporal no es relevante en términos de polución».
No todo son malas noticias
Como contrapunto a la sensación de calor de este verano y al desastre ecológico, las nevadas han traído un pequeño efecto positivo: la erradicación de las enfermedades que afectan a la vegetación cuando suban las temperaturas. «La nieve las ha machacado», indica Gil. «Ha erradicado casi todos los insectos que hibernan y no soportan estas temperaturas tan duras. Solo aguantarán los hongos, porque viven protegidos en los árboles, y por eso es tan importante el saneamiento».
A cambio de perder miles de árboles, la masa forestal de Madrid y de todas las zonas afectadas, desde Castilla-La Mancha al Bajo Aragón, disfrutará de un año casi libre de parásitos. Esta es la nueva realidad, a falta de una evaluación de daños más profunda una vez se derrita el hielo y se pueda acometer la inspección del millón de árboles afectados en Madrid. Una tarea titánica y urgente.