El fallecimiento de la pequeña Camelia, de apenas año y medio, no fue solo terrible por el simple hecho de su corta edad sino por la manera en que murió. Perdió de pasar un mes encerrada y a oscuras en el piso que tenía alquilado su madre en la calle del Viento de Málaga. Durante todo ese tiempo, la mujer no se preocupó de ella y la abandonó con un solo biberón y unas galletas a mano, según explica la Fiscalia, y recoge 'SUR', que pide 21 años de cárcel por los delitos de abandono y asesinato.
La madre de Camelia era una joven marroquí de una familia acomodada que decidió instalarse en Málaga en 2017 para seguir con sus estudios, aunque realmente el objetivo era ocultar el embarazo a su padre. Viviendo en un principio en Torre del Mar, tuvo a la pequeña Camila el 4 de mayo en el Hospital Comarcal de la Axarquía. A partir de aquí comenzaría una vida errática para una madre y su pequeña.
Tras ser víctima de una agresión machista por una expareja, que también golpeó a su hermana, se instaló en la misma población junto a ella, la niña y su cuñado. El curso de 2017/2018 debería haberlos dedicado a preparar la selectividad, sin ningún problema porque el municipio contaba con guardería gratuita y ella también tenía la ayuda de una amiga. Sin embargo, su presencia en clase era casi nula y la familia dejó de pagarle el curso.
Fue entonces cuando se trasladó al piso de alquiler de Málaga capital, también sufragado por su familia. La guardería de Torre del Mar le facilitó la documentación para cambiar su plaza por una asignada en la ciudad, pero ella no hizo los trámites y la perdió.
En agosto de 2018, cuando la niña tenía 15 meses, había empezado a trabajar en una discoteca como relaciones públicas y camarera. El fiscal recoge que la dejaba sola cada noche y que ella dormía en casa de una amiga para descansar. Según la versión de ella lo hacía para no despertar a Camelia. El texto de la acusación explica como durante 12 horas la niña «permanecía sola en la casa, desprovista de la necesaria atención afectiva y de los cuidados físicos precisos para un bebé de su edad».
A partir de setiembre la situación empeoró. La joven intensificó todavía más su vida social y las horas en que la niña estaba sola. Ahora dormía en casa de un amigo y solo volvía para alimentarla por las tardes. El fiscal destaca la suciedad e insalubridad que se encontró en el domicilio. Los vecinos también hablan de los intensos llantos que la niña solo callaba por «agotamiento».
Fue en octubre cuando la acusada abandonó definitivamente a su hija. La dejó encerrada en un dormitorio, con la puerta cerrada, la persiana bajada y con solo un biberón y unas galletas. Ella mantuvo su «intensa vida social nocturna» según Fiscalía que recuerda que el 27 de noviembre llegó a celebrar su vigésimo cumpleaños.
La familia de la joven llegó a viajar entonces a Málaga, preocupados porque no sabían nada de ella o la niña. Primero dijo que la había dejado a cuidados de una mujer y que hacía cuatro días que no la veía. Finalmente confesó el abandono de la pequeña de más de un mes y se fugó.
Los familiares contactaron con la Policía Local y le explicaron el caso. Hablando con los vecinos, se confirmó que oían nada desde hacía un mes. Dentro de la vivienda, encontraron el cuerpo sin vida de la niña en el dormitorio, junto al biberón vacío y resto de galletas. En la cama, había trazas de cocaína y paracetamol. La autopsia confirmó que Camelia llevaba entre 26 y 30 días muerta a causa del hambre, la sed y la falta de otros cuidados.
La joven huyó a hospedarse al hostal donde trabajaba una amiga. Le dijo a ella y a su círculo cercano que había discutido con su hermana, que está quería llamar a la policía y que por eso debía marcharse a su país. Finalmente, les confesó que había tenido encerrada a su niña un mes y que estaba muerta. Así se lo explicó también a su novio que la acogió.
En casa de este fue detenida el 1 de diciembre después que él recibiera una llamada de la policía. Ya en comisaría lo confesó todo: «Un día del mes 10, la dejé encerrada en la habitación, con un biberón y galletas, y ya no volví más a la casa».