Noche del 10 de diciembre de 2015. Beatriz, una niña de 7 años, se encuentra en plena fiesta de graduación de su hermana Samira cuando abandona la sala para ir a beber agua. No aparecerá hasta 41 minutos después, en una estancia del edificio, cosida a puñaladas.
Los familiares de Beatriz Angélica Mota han pasado todos estos años con la angustia de la incertidumbre. La compleja investigación ha llegado a su familia esta pasada semana, cuando por fin lograron identificar al asesino. Marcelo da Silva, un hombre de 40 años, ha confesado ser el autor del crimen.
El asesino de Beatriz es un oscuro personaje con un largo historial delictivo. Las primeras hipótesis apuntan a que la niña vio al hombre con el cuchillo y este la mató para que no lo delatara. Sin embargo, el móvil del crimen aún no está claro ya que el cadáver de la menor presentaba una inusitada violencia.
La noche que Bea desapareció
La noche de los hechos, la pequeña Beatriz estaba en la sala de actos del colegio junto a su hermano Leandro y sus padres Sandro y Lucinha. Todos llevaban camisetas blancas con el rostro de Samira, la orgullosa hermana que se graduaba. En el edificio del colegio, uno de los más prestigiosos de la zona, había cerca de 2.000 personas.
A las 22:09, Beatriz, sedienta, comunica a su madre que va un momento a los bebederos. Sale por la única puerta que está abierta y que, además, cuenta con seguridad contratada. La madre de la niña espera tranquila a que su hija pequeña vuelva mientras la mayor se hace fotos con sus compañeros de clase.
Los minutos pasan, Beatriz no vuelve, y la madre preocupada decide salir a buscarla. A las 22:25 Lucinha informa a Sandro que no puede encontrar a la pequeña. Media hora después de haber desaparecido, el padre se sube al escenario, interrumpe la actuación musical y agarra el micrófono para decir unas palabras.
‘Beatriz, hija mía, dónde estás’
“Beatriz, hija mía, ¿dónde estás? Oye, Bea, todos te buscan mi amor”, exclama. Explica a los presentes como iba vestida su hija por si alguien la ve. Tienen la esperanza de que simplemente se haya extraviado, pero el nerviosismo empieza a apoderarse de la escena.
Sandro lanza un último mensaje de desesperación: “He mirado por todos lados que se me ocurren y no la encuentro”. Padres y personal del centro se suman a la búsqueda. Y entonces, un guarda de seguridad encuentra el cuerpo de una niña en un espacio pequeño oscurecido por el humo.
Se trata de un depósito donde antes guardaban material de gimnasio y que quedó abandonado después de un incendio. Es ahí donde a las 22:50 horas encontraron el cuerpo sin vida de Beatriz, 41 minutos después de haber salido de la sala. La niña está muerta, con signos de una violencia desmesurada.
Murió cosida a puñaladas
El cuerpo sin vida de Beatriz presentaba 42 puñaladas. El cuchillo, con mango de madera, seguía todavía clavado en su abdomen. La mayoría de las heridas se concentraban en brazos, piernas y abdomen, y mostraban la inusitada violencia desatada durante el crimen.
Al enterarse del trágico hallazgo, los familiares de Beatriz inundaron la celebración de gritos de dolor. Minutos después, el colegio se llenó de luces de policía, sirenas y llantos. Mientras, algunos allegados tratan de dar consuelo inútilmente a la familia de la pequeña, que acaban de perderla en 41 minutos.
Empieza entonces la investigación, que desde el principio se centra en un crimen con motivaciones personales. Solo así podía explicarse la furia con la que el hombre se había ensañado con la menor. No hay indicios de abuso sexual, y parece que la niña ha sido asesinada en el mismo depósito.
Investigación llena de errores
La investigación estuvo marcada desde el principio por los obstáculos y las contradicciones. Pruebas, muestras, huellas, testigos, imágenes. Todo parece llevar a un callejón sin salida y durante mucho tiempo las pesquisas caen en un punto muerto.
Desde el principio se pensó que el asesino conocía muy bien el colegio porque cometió el crimen en el único lugar donde no funcionaban las cámaras. Los testigos hablaban de un hombre con jersey verde sentado cerca de los bebederos, donde se perdió Bea. Su padre recordaba haber visto a un hombre de verde acercarse a dos chicos ese día.
No se descartó la posibilidad de que hubiera más personas implicadas, o incluso que fuera un crimen premeditado. Incluso circuló el rumor de un asesinato de magia negra, algo así como un rito satánico. Finalmente, la policía difundió el vídeo de un hombre sospechoso vestido de verde y merodeando en el colegio.
Encuentran al sospechoso
Era alguien reconocible por su peculiar forma de andar, y en un momento dado sacaba un cuchillo de la chaqueta. En una filmación dentro del recinto aparece cerca de la fuente de agua, casi a la misma hora en la que Beatriz fue a beber. No hay ninguna imagen más, ni se le ve saliendo por la puerta principal.
El caso quedó atascado entre las dudas y los errores policiales, y los padres iniciaron una investigación paralela. Con las huellas del cuchillo, la identificación de un hombre vestido de verde y otras pruebas, la investigación privada empezó a avanzar. Y finalmente, llegó la noticia más esperada.
La semana pasada, encontraron una coincidencia total entre las huellas y uno de los sujetos cotejados. Marcelo Silva, de 40 años, fue acusado del asesinato de Beatriz y acabó confesando. En 2011 había sido acusado por abuso a una menor, y luego condenado por un robo a un supermercado.
La versión del asesino y muchas dudas
Estaba en la cárcel cuando cotejaron sus huellas con la de las halladas en el cuchillo. Algo que se podría haber hecho mucho antes, pero que no se hizo por errores en la investigación. Creen que Beatriz vio al hombre con un cuchillo, se asustó, y Marcelo quiso silenciarla cosiéndola a puñaladas.
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Según ha dicho el asesino confeso, ese día iba borracho y la pequeña le vio con un cuchillo. Él la metió en el cuarto y le pidió que se callara. Al ver que la niña seguía gritando la mató y fue a lavarse las manos antes de salir del recinto.
Aún quedan dudas por resolver, cómo esclarecer la verdadera motivación del crimen o si hubo cómplices. La familia necesita entender qué sucedió para poder cerrar el duelo, y esto es algo que tendrán que conseguir ahora las autoridades. De momento ya saben quién mató a su hija, aunque con seis años de retraso.