Las restricciones para contener la pandemia de Covid-19 llevan tanto tiempo entre nosotros que en muchas ocasiones ya las tenemos asimiladas, como el uso de mascarilla, la distancia social o las limitaciones de movilidad.
Pero hay otras restricciones que no cuentan con una aceptación tan amplia entre la sociedad, especialmente las que están dirigidas a sectores económicos concretos, que por sus condiciones y especificaciones, los convierten en el objetivo de las principales medidas.
El hecho de que en España cada comunidad autónoma haya tomado unas decisiones u otras, en función de lo que considera más adecuado en cada caso, ha hecho proliferar entre la población la idea de que algunas restricciones no se toman en función de datos sanitarios, porque creen que si fuese así, todos los territorios las aplicarían.
El caso más claro de todo esto lo encontramos en la hostelería y en la Comunidad de Madrid. Mientras el resto de comunidades españolas han aplicado medidas muy duras en este sector, que han llevado incluso a su cierre total en muchas zonas, en el centro de España la medida más dura que se ha tomado ha sido reducir el toque de queda hasta las 22:00 horas, y con él, el del cierre de bares y restaurantes hasta las 21:00 horas.
La hostelería carga contra su cierre
Las asociaciones de hostelería de todo el país cargan contra los gobiernos autonómicos —de todo el espectro político— por cerrar sus negocios o por limitar su actividad hasta el punto de que no les sale rentable abrir, y ponen como ejemplo la Comunidad de Madrid, que consiguió controlar la segunda ola y mantener datos relativamente bajos durante semanas a pesar de tener toda su hostelería abierta.
Muchos argumentan que el coronavirus «no se contagia en bares», alegando a afirmaciones que llegan desde el sector hostelero o desde estudios que se realizan con sesgo y sin contar con todos los factores.
Pero un nuevo estudio y los datos de varias comunidades y de muchos países de nuestro entorno corroboran que los bares y restaurantes, especialmente el interior de los locales, sí que suponen un mayor riesgo de contagio. No solo estos establecimientos, sino, en general, todos los que sean locales cerrados con una ventilación deficiente, como tiendas o centros comerciales.
Varias investigaciones científicas ya han demostrado que los aerosoles son una de las principales vías de transmisión del coronavirus, y que suponen un mayor riesgo en espacios cerrados y sin ventilación. El problema es que actualmente no hay una tecnología capaz de detectar el SARS-CoV-2 al momento, pero los ministerios de Sanidad y Ciencia o las agencias de Salud Pública de países como España, Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido consideran probado que el riesgo de infección en interiores es significativamente mayor, 19 veces más, que al aire libre.
Por esta razón, se urge a los locales interiores a garantizar una buena ventilación y se recomienda el uso de mascarilla de forma obligatoria en el interior, incluso donde se consuma comida y bebida. De hecho, las últimas medidas de la Comunidad de Madrid ya van encaminadas hacia aquí, pero las autoridades regionales insisten en evitar el cierre de estos negocios, como sí se hace en el resto de comunidades.
Fernando Simón ya aseguró hace algunas semanas que el cierre de bares, o su limitación al máximo, era la medida «más eficaz» para frenar la evolución de la pandemia, algo que los datos de las distintas autonomías corroboran, excepto Madrid.
Estudios y datos confirman descensos de casos cuando se cierran los bares
Un estudio publicado en Estados Unidos y realizado a través de los datos de 98 millones de teléfonos móviles demostró que ocho de cada diez nuevas infecciones se habían producido en bares, restaurantes, cafeterías, gimnasios y otros lugares cerrados y con aglomeraciones de personas.
En nuestro país hay casos concretos de brotes descontrolados de Covid-19 producidos en estos locales, como uno ocurrido en Teba, en Málaga, donde más de 100 personas se contagiaron tras acudir a un local que había estado cerrado desde marzo y que reabrió el 24 de diciembre.
Aunque resulta muy difícil averiguar qué restricciones han servido más y cuáles son menos efectivas contra la pandemia, ya que se aplican todas a la vez, algunos datos recopilados por las autonomías parecen dar fuerza a las tesis de la mayoría de expertos sanitarios: los bares y restaurantes son lugares donde aumentan los contagios. No es culpa de los bares en sí, o de sus dueños, sino del hecho de que son lugares donde se reúne mucha gente y en el que habitualmente se consume, por lo que se deja de llevar la mascarilla.
Cataluña demostró tras la segunda ola que se podía bajar los contagios aplicando algunas de las restricciones más duras de todo el país, y entre ellas estaba el cierre total de la hostelería, una medida pionera entre las autonomías y que mantuvo estos negocios cerrados durante un mes y medio.
A principios de diciembre, con los contagios a la baja, la Generalitat preparó una desescalada de restricciones que permitiese, poco a poco, recuperar cierta normalidad, y una de las primeras medidas fue reabrir los bares y restaurantes, que llevaban mes y medio cerrados y exigían su reapertura.
Los datos no tardaron en dar la razón a los que argumentan que estos sectores suponen más riesgo, porque dos semanas después de reabrir bares y restaurantes, los contagios empezaron a subir otra vez.
De nuevo, cuesta encontrar una correlación inequívoca entre los datos y la reapertura de bares, porque no fue la única medida que se relajó. Al mismo tiempo, el confinamiento municipal de los fines de semana se convirtió en confinamiento comarcal, y los centros comerciales y otros sectores afectados también empezaron a reabrir.
Algo parecido ocurrió también en Navarra, una de las comunidades que peor pasó la segunda ola y que también acabó decretando el cierre total de bares y restaurantes. Del 21 de octubre al 26 de noviembre, Navarra pasó de 590 contagios diarios a 133. En Cataluña, el 16 de octubre se añadieron 17.520 contagios nuevos, mientras que el 23 de noviembre fueron 1.507, el día que comenzó su desescalada.