La vida de Azucena Fajardo, de 32 años y madre de tres hijos, cambió para siempre el 26 de octubre de 2020. Aquel día fue incapaz de sostenerse en pie e ir hacia la habitación de sus pequeñas como todas las mañanas. Desde entonces nunca más ha vuelto a caminar y se desplaza gracias a una silla de ruedas.
El infierno de Azucena, con un 84% de discapacidad y sin sensibilidad de pecho hacia abajo, empezó después de dar a luz a su tercer hijo. Los médicos le dicen que tiene una enfermedad rara congénita. Pero ella sospecha que el origen de sus males está en una mala praxis médica, debido a la anestesia.
Dispuesta a llegar hasta el final, ha puesto su caso en manos de abogados especializados por si pudiera existir base para una denuncia. “Si me ha tocado, me ha tocado. Pero si fue una negligencia, quiero saberlo”, afirma de forma contundente.
Problemas tras su tercer parto
Azucena hacía meses que arrastraba fuertes dolores de cuello y de cabeza, antes de caer de forma inexplicable en el suelo de su piso. Intentó ponerse en pie para ir a despertar a sus dos hijas y llevarlas al colegio, pero no pudo ni salir de su habitación. La operaron de urgencia tres días después, pero sin éxito.
Según los médicos, padecía aracnoiditis adhesiva, una enfermedad rara que padecen solo 25.000 personas en todo el mundo. En su versión más grave puede producir paraplejia, es decir, la imposibilidad de mover las extremidades inferiores. Pero esta toledana sospecha que su problema se debe a un mal pinchazo de la epidural.
Todo sucedió durante su tercer parto, en el que estuvo sola por las medidas anticovid. En declaraciones a El Mundo, explica que “el anestesista llamó a un compañero que vino rapidísimo” y cree que “fue todo muy extraño”. Asegura que no fue como los partos anteriores, y que le notó la voz nerviosa al anestesista.
En cambio, los expertos ven poco probable que la paraplejía provenga de la anestesia: “Es difícil que haya una relación causa-efecto entre estos síntomas y una anestesia aplicada cuatro meses antes”.
Así empezó todo
El 10 de junio de 2020, Azucena tuvo su tercer hijo, el primer varón, en el hospital Virgen de la Salud de Toledo. “A los 20 minutos del pinchazo me asfixiaba”, relata la mujer, “pensaba que podría ser del látex porque soy alérgica”. Le hicieron allí mismo un TAC, que descartó una trombosis pulmonar.
El parto se desarrolló sin más complicaciones, pero Azucena no se recuperó de aquella asfixia. Luego vino el dolor de cabeza, en el cuello, la espalda y las piernas. Pasó varios días tomando analgésicos y antiinflamatorios, hasta que recibió la visita de la anestesista, acompañada por la médico.
Los especialistas quitaron hierro al asunto y le dieron el alta médica, aunque le costaba “horrores” caminar y moverse. “Un familiar de mi marido me notó un bulto entre el cuello y la espalda, esto me preocupó muchísimo”, recuerda la joven. Las siguientes semanas las pasó entre la cama y las consultas de urgencias.
Operada de urgencia
Su estado de salud empeoró y le costaba orinar y evacuar, hasta el punto que le tuvieron que recetar un laxante. “Mi cuerpo cada vez funcionaba peor”, explica. Hasta que llegó la fatídica mañana del 26 de octubre, cuando cayó al suelo y descubrió que definitivamente algo no estaba bien.
“Ese día dejé de andar, y mi vida cambió por completo, se me ha jodido el presente y el futuro”, afirma. Esa misma tarde le diagnosticaron una enfermedad rara que produce dolor debilitante e incurable en la espalda y las extremidades. De ahí pasó al quirófano, en una intervención que duró ocho horas.
Los cirujanos le sacaron ocho quistes aracnoideos y detectaron una malformación de nacimiento en la médula. Le pusieron 90 grapas en la espalda y empezó otro calvario para Azucena, a la que tuvieron que conectar un drenaje de la cabeza al estómago. El 28 de diciembre, ingresó en el hospital nacional de parapléjicos de Toledo.