Ángel tenía 21 años, los mismos que Adrián, su amigo de toda la vida. El 12 de julio del año pasado, Ángel y su hermano Jesús, de 18 años, se fueron de fiesta con tres amigos. En el interior de una discoteca en Cerdanyola del Vallès (Barcelona) empezó una discusión que acabó de la peor forma, con Ángel muerto en el suelo por un doble atropello.
Una reconstrucción de los hechos realizada por la policía autonómica catalana muestra la brutalidad del suceso: el joven fue arrollado por el coche que conducía su amigo a toda velocidad y con las luces apagadas. La fiscalía considera que se trata de un asesinato y pide 18 años de cárcel para el acusado. La acusación particular pide 30 años y seis meses.
La noche que ocurrió todo, el hermano de la víctima y el acusado del crimen empezaron a discutir sin la presencia de Ángel. La discusión fue subiendo de tono hasta que les echaron del local. Ya en la calle, las palabras dieron paso a los golpes y los dos tuvieron que ser separados. Finalmente, abandonaron el lugar, cada uno por su lado.
Jesús y su hermano Ángel enfilaron la calle Montcada para volver a su casa, mientras el acusado y otra persona fueron hacia su vehículo estacionado cerca de la discoteca. Aunque no tenía carnet de conducir ni seguro, Adrián se puso al volante para ir a por su amigo «con el ánimo de acabar con su vida».
Según la investigación policial, Adrián condujo con las luces apagadas hasta la calle Montcada, y una vez que identificó a la víctima, se montó sobre la acera y apretó el acelerador hasta que le embistió con gran violencia. El cuerpo de la víctima salió volando por encima del turismo, cayendo en el suelo de forma brutal. El joven pudo levantarse y caminar unos metros cojeando, pero el acusado dio media vuelta y atropelló a su amigo por segunda vez. Ángel llegó al hospital con una lesión neurológica por traumatismo craneoencefálico, que le provocó la muerte.
Según la fiscalía, Adrián actuó «de forma sorpresiva, ya que aprovechándose de que Ángel iba de espaldas al vehículo y conduciendo hacia él a gran velocidad, con las luces apagadas, le atropelló, impidiéndole toda posibilidad de huida y defensa eficaz». También entiende que el acusado tenía sus facultades «levemente mermadas» por el consumo de alcohol y drogas, y pide para él 18 años de cárcel. La acusación, en cambio, pide 30 años y seis meses por un delito de asesinato con alevosía y ensañamiento.
‘Una amistad verdadera es saber separarse’
Ángel y Adrián vivían en Ripollet (Barcelona) y eran amigos desde pequeños. Así lo cuenta la familia del fallecido, pero también quedó registrado en la cuenta de Instagram del acusado. Adrián colgó meses antes del crimen un mensaje dedicado a su amigo: «Una amistad verdadera no es ser inseparables, es saber separarse y no cambiar nada». Un triste vaticinio de la tragedia que llegaría tiempo después.
En el entorno de la víctima y el asesino confirman que eran muy buenos amigos, que salían de fiesta juntos y que lo compartían todo, tanto buenos como malos momentos. También explican que Ángel, al que conocían como «Negrito», había tenido que salir a defender en más de una ocasión a su amigo Adrián, ya que este solía meterse siempre en problemas. De hecho, la madre de la víctima solía advertir a su hijo de que era una mala compañía.
Al parecer, la discusión entre el hermano de la víctima y Adrián se desencadenó por una cachimba. Después del atropello, un amigo de la víctima condujo a los Mossos d’Esquadra hasta casa de Adrián, donde fue detenido. El acusado ya tenía antecedentes. «Esta vez sus padres no le podrán sacar las castañas del fuego», zanjó un familiar de la víctima.