Sigue la incansable búsqueda de Anna y Olivia, las niñas de 1 y 6 años desaparecidas en Tenerife el 27 de abril. Su padre, Tomás Gimeno, se las llevó. Desde entonces no se sabe nada de ellas. Un amplio dispositivo las busca por tierra, mar y aire.
Mientras, la familia mantiene la esperanza de encontrarlas con vida. Por eso hace semanas que cuelgan fotos y vídeos de las niñas en internet, y piden colaboración ciudadana. Que si alguien las ha visto o sabe algo de ellas, se ponga en contacto con ellos.
La colaboración ciudadana en estos casos es muy importante. Pero además de mucha gente que quiere ayudar, también hay personas con malas intenciones. En el caso de Anna y Olivia, se puede llamar las 24 horas del día al teléfono de urgencias de SOS Desaparecidos.
Fue precisamente esa línea la que recibió en las últimas horas la llamada de una persona que intentaba aprovecharse de la situación. Joaquin Amills, portavoz de la madre de las niñas, atendió la llamada. Y ha querido compartir los detalles de la conversación.
Llamada al teléfono de SOS Desaparecidos
«Hola, me comuniqué para dar información de Anna y Olivia, pero no me hacen caso», decía la persona al otro lado del teléfono. Joaquin le preguntó qué información tenía, y respondió: «Sé quién las compró, y dónde está cada una de ellas».
Entonces le pidió dinero a cambio de su información: «¿Está dispuesto a pagar 5.000 euros si le digo dónde están? Diré primero donde está una, y luego donde está la otra». El portavoz de la familia no daba crédito a lo que estaba escuchando.
«No entiendo, ¿Compraron a las niñas? ¿Quién? ¿Cuándo?», preguntó Joaquín. Al otro lado respondieron: «Fueron vendidas». A la pregunta de quién las vendió y cuándo, el interlocutor exige otra vez una recompensa: «Dígame solo si negociarán y daré la información que necesitas».
1.500 euros por una foto
Joaquín le sigue la cuerda, aunque ya sospecha que es una estafa: «¿Cómo sé que las niñas están bien? ¿Tiene una foto?». La persona exige 1.500 euros «y en dos días tienes una foto en la distancia de Olivia». Pide que le manden el dinero «a una cuenta de otro país».
Joaquín le pregunta también si tiene a Tomás Gimeno, padre de las niñas, localizado. Respuesta: «No, no quiero contarle mentiras». Vuelve a pedir si tiene acceso para hacer un depósito en cualquier país.
Asegura que están en el Caribe
«Solo vi a Olivia cuando se la llevaron. Está en Quintana Roo (México). Y sobre Anna, cuando cumplan, le diré el resto», añade. El representante de la familia hace una serie de preguntas para asegurar la validez de la información: «¿Escuchó su voz? ¿Usted conoce a quienes las compraron?».
La otra persona responde que sí, «conozco a quien compró a Olivia y sé dónde está Anna y a qué se dedican esas personas». Exige que cuando tengan a Olivia no revelen quién les proporcionó la información.
El estafador cae en la trampa
«¿Dónde quiere que mande el dinero? ¿Usted pagará para que dejen libres a las niñas? ¿5.000 euros quieren por las dos niñas?», pregunta Joaquín. El otro reitera que quiere los primeros 1.500 euros. Joaquín se hace el confundido, pero el interlocutor se lo aclara: «No me entendió. Son 1.500 euros y le digo dónde está Olivia y quién la tiene. Cuando usted la recupere, me envía otros 1.500, y cuando tenga a Anna me envía otros 2.000».
Joaquín le para una trampa: «Dígame la cuenta, se lo puedo enviar en 10 segundos». El estafador responde: «Muchas veces, de un banco a otro toma tiempo. Quiero que se haga y que el dinero esté en efectivo al instante».
Entonces manda una cuenta con el nombre de Jairo González Sepúlveda, del Banco de Colombia. «Usted es un estafador sin escrúpulos, un vividor a costa de la desgracia de los demás», le dice finalmente Joaquín Amills.
La Guardia Civil le busca
«A personajes como usted estamos acostumbrados a tratarlos, son verdaderamente mezquinos y repugnantes. Debería aprender a trabajar y labrarse un futuro digno», añade. Y le recuerda al estafador que está llamando al teléfono de SOS Desaparecidos, que colabora con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
La conversación fue grabada y trasladada a la Guardia Civil para que el departamento de delitos telemáticos identifique a la persona. El informante borró la cuenta y el número para evitar ser descubierto, pero la Guardia Civil ya tiene las capturas de la conversación.