Amerie Jo Garza, una niña de 10 años que asistía a la Escuela Primaria Robb de Uvalde (Texas), fue uno de los 19 niños asesinados en el tiroteo perpetrado por el joven de 18 años Salvador Ramos.
Cuando el pánico y el caos se apoderaron de la clase, la pequeña recordó lo que sus padres le habían enseñado para casos de emergencia y llamó pidiendo ayuda al 911, el teléfono de emergencias de Estados Unidos. Amerie llamó nada más oír los gritos del joven atacante.
La clase celebraba el fin de curso
La pequeña cursaba cuarto grado y ese mismo día, el 24 de mayo, celebraban el fin de las clases. Esa mañana a Amerie y a los demás niños les habían otorgado un diploma de honor. La foto que se tomó sosteniendo el certificado fue su última fotografía con vida.
"El pistolero entró y les dijo a los niños 'vais a morir'. Y ella tenía su teléfono y llamó al 911. Y en lugar de agarrarlo y romperlo... él le disparo", ha explicado la abuela de la niña en una entrevista con The Daily Beast.
Después de 7 horas en las que su familia no tuvo noticias de la pequeña, las autoridades informaron de su fallecimiento. Su cuerpo se encontraba en la oficina del médico forense del condado de Bexar para realizarle una autopsia.
Su abuela recordaba la personalidad de la pequeña Amerie. "Ella era muy extrovertida. Tenía un corazón generoso. Siempre estaba allí para echar una mano a cualquiera. Era muy inteligente y estaba ansiosa por vivir".
"Mi nieta fue asesinada a tiros por tratar de llamar a emergencias, murió como una heroína tratando de obtener ayuda para ella y sus compañeros de clase", declara la abuela de Amerie.
Compró dos rifles en su 18 cumpleaños
El joven pistolero Salvador Ramos entró en el colegio de primaria Robb, donde había estudiado, alrededor de las 11:30 de la mañana del martes 24 de mayo. Se atrincheró en una aula y allí disparó a 19 niños de entre 9 y 10 años y a las dos profesoras que se encontraban en la clase en aquel momento.
"Disparaba contra cualquier cosa que se interpusiera en su camino", asegura el Departamento de Seguridad Pública de Texas. Antes de los hechos, había disparado a su abuela de 66 años, hiriéndola de gravedad, y había estrellado un coche cerca de la escuela primaria.
El mismo día que cumplió los 18 años, Salvador compró dos rifles, que presumía en sus redes sociales. Su entorno lo describe como un adolescente callado y solitario, que alardeaba de las revistas de armas y de contar con una mochila repleta de cartuchos.
De pequeño sufrió acoso escolar en el mismo centro escolar donde ha perpetrado la matanza. Salvador era tartamudo, ceceaba y procedía de una familia sin recursos, lo cual le convirtió en blanco de las burlas. Eso construyó en él una personalidad atormentada.
Dolor e indignación
Este tiroteo es ya el segundo más mortífero de la década ocurrido en un centro escolar. Tan solo detrás de la matanza en la escuela Sandy Hook de Newton (Connecticut), donde murieron 26 personas asesinadas en 2012.
La tragedia ha causado mucho dolor pero también indignación en la sociedad norteamericana, que levanta la voz pidiendo cambios en la legislación. "Estoy harto y cansado de todo esto, tenemos que actuar", dijo el presidente Joe Biden.