Según los psicólogos existen 6 tipos de amor según la forma de experimentarlo, y cada uno de ellos está asociado a un sentimiento, a una actitud. Veamos la forma en cómo la ciencia ha conseguido racionalizar algo tan etéreo como el amor.
El amor y sus clasificaciones
El amor es un concepto universal tan vasto que va desde relaciones pasionales que llegan incluso a la agresividad, hasta relaciones de amistad puras e inocentes. Dentro de ese espectro se desarrolla, en varias intensidades, un mismo mecanismo fisiológico que canaliza emociones desde el sistema nervioso central hasta el sistema muscular.
Los estímulos de la atracción, no necesariamente sexuales, activan nuestro cerebro mandando señales al corazón, que al momento sufre una desaceleración para, en cuestión de segundos, acelerarse hasta llegar a provocar taquicardias. Eso produce sudoración, temblores, respiración acelerada y una liberación de las hormonas de la felicidad.
Sin embargo, el amor es algo que trasciende lo físico y alcanza dimensiones inasibles, de modo que se ha convertido a lo largo de la historia en objeto del arte y la literatura, en motor de cambios y caídas de imperios en la historia, en cuestiones existenciales y debates filosóficos, y en definitiva, en el impulso que mueve al ser humano.
Desde antiguo, pues, los pensadores han intentado clasificar algo tan abstracto como el amor. En el mundo occidental, estas categorías parten de los cuatro tipos de amor que establecieron los griegos antiguos, a las que hoy se añaden dos más (los seis tipos que tipificó el sociólogo John Alan Lee en los años setenta).
Los 6 tipos de amor y la forma de experimentarlos
La forma de concebir el amor, y por ende su clasificación, depende del contexto cultural de cada sociedad. La religión, por ejemplo, lo concibe de forma diferente al mundo laico, y cada religión a su vez lo clasifica de forma diferente.
En las sociedades occidentales y al margen de la religión, el amor se clasifica en seis tipos.
1. Amor pasional (Eros)
Este es el tipo de amor más extremo que se puede experimental a nivel físico, pues se refiere a las pasiones que derivan de la atracción. Se trata también del amor más irracional, porque no es procesado a través de la razón y el sentido común, sino que se desarrolla a partir de los estímulos físicos que genera una atracción visual.
Muchos lo conocen más como el amor a primera vista, y lleva asociados algunos rasgos comunes como la idealización de la persona amada y la confusión del amor espiritual con los impulsos sexuales. En este tipo de amor el impulso pospone el descubrimiento de la personalidad profunda del ser, que más tarde puede llevar a desengaños.
Los griegos clasificaron este amor con la etiqueta “Eros”, dios de la atracción sexual y el deseo, porque significa el triunfo de la belleza y lo carnal por encima de la psique y el amor espiritual.
2. Amor lúdico (Ludus)
El amor como un juego, o amor lúdico, se diferencia del amor pasional porque aquí los sentimientos no juegan un papel tan esencial. En este caso, la pareja intenta vivir el amor sin ataduras ni compromisos, como una etapa pasajera tras la cual llegará otro amor con otra persona y otras circunstancias.
Es un tipo de amor no reconocido en la clasificación que hicieron los griegos, y que parece más bien extraído de la evolución de las formas de experimentar el amor. Es, de hecho, una concepción muy actual del amor: en un mundo fugaz y vertiginoso como el de hoy, conceptos como la lealtad o el amor eterno parecen más bien un obstáculo.
Ludus, en latín, significa “juego”. Se asocia este amor a dos personas con una misma concepción del mismo, desprendidas de la profundidad que culturalmente se asocia al amor (ligado al compromiso). Este amor, mal encauzado, lleva a celos y frustraciones.
3. Amor fraternal (Storgé)
En este tipo de amor, el amor fraternal, la dimensión emocional supera la pasión carnal, y el compañerismo y la lealtad rigen los principios del entendimiento mutuo. Es por eso que a través de este amor, que los griegos clasificaron como Storgé, suele dar como resultado relaciones de amor fructíferas duraderas.
Entre las necesidades de la pareja juega una prioridad esencial la necesidad de compañía y apoyo mutuo, por lo que es fundamental tener en cuenta la compatibilidad de la pareja. El éxito del amor fraternal se basa en que ambas partes sientan los mismos deseos y necesidades, con independencia del grado de atracción.
Por eso en el amor fraternal el sexo y la pasión pasan a un segundo plano, ofreciendo el calor del hogar pero la frialdad de los cuerpos. Muchos lo llaman amor familiar, porque atesora los conceptos tradicionales del amor que, como fin último, tiene la construcción de un núcleo familiar.
4. El amor maniático (Mania)
El cóctel explosivo que mezcla el amor pasional y el amor lúdico da como lugar, según la clasificación de Lee, al amor maniático, donde los sentimientos se convierten en una amalgama que resulta en ira y obsesión.
El amor maniático nace de la dependencia y, por lo tanto, es la consecuencia de ciertas carencias del individuo, que los psicólogos asocian normalmente a una baja autoestima. La idealización del otro (Eros) y la inmadurez para procesar el amor como compromiso (Ludus) lleva al amor obsesivo con la necesidad del control.
En este tipo de amor se radicalizan las experiencias del amor pasional: la persona enamorada necesita físicamente al otro, y la frustración le lleva a la pérdida de sueño y apetito e incluso a la enfermedad. Cuando está en pareja, metaboliza el amor como posesión: necesita controlar al otro, y desarrollo celos obsesivos.
5. Amor pragmático (Philia)
Los griegos lo catalogaron como la aproximación racional al concepto del amor, una forma de dejar de lado las pasiones para priorizar el bienestar de la pareja. A diferencia del amor fraternal, en este caso se busca una mayor presencia de las emociones, pero no de una forma deductiva, como en el amor pasional, sino inductiva.
El método inductivo del amor consiste en que la pareja fija unos objetivos comunes y acomoda las diferencias de su personalidad al servicio del beneficio común. Los sentimientos de afecto y deseo se van desarrollando poco a poco, siempre supeditados a un fin práctico. Para muchos es la mezcla ideal entre el amor lúdico y el amor fraternal.
La philia, en griego antiguo, expresa la compatibilidad. Por eso es la forma como denominan a este tipo de amor, basado en este principio de entendimiento.
6. Amor desinteresado (Ágape)
Aquí el desinterés no es sinónimo de desapego sino de altruismo: es el amor que conforma la esencia del ser humano, su tendencia al amor universal. Las variantes de este tipo de amor son múltiples. Podemos sentir amor hacia la naturaleza, hacia nuestros amigos en general o hacia conceptos como la nación o la religión.
Cuando el amor desinteresado se focaliza en una sola persona, en un cónyuge, afloran los sentimientos de respeto y altruismo: nos centramos en el bienestar de la otra persona sin obsesionarnos en la satisfacción de nuestras necesidades.
En este tipo de amor, el deseo y la pasión pueden jugar un papel (Eros) pero están matizados por la comprensión y el compromiso (Storgé). Muchos lo ven como el tipo de amor puro, platónico, el ideal al que todos tenemos que aspirar.