La investigación policial ha concluido que Martina Patti mató de manera salvaje a su hija Elena, de 5 años, como venganza contra su exmarido. La autopsia ha revelado que la niña recibió once puñaladas. Pero además, el análisis forense contiene un detalle que pone los pelos de punta.
Según la autopsia, la niña no murió instantáneamente sino que aún estaba viva cuando su madre la enterró. La parricida envolvió el cuerpo agonizante de la pequeña en cinco bolsas negras antes de sepultarla. Estos detalles añaden aún más dolor a este crimen ocurrido en Catania, al sur de Italia.
La mujer explicó ante el juez que mató a su hija como venganza contra su marido y la actual pareja de este. En su declaración, la asesina aseguró haber girado la cabeza mientras la apuñalaba “para no ver lo que estaba haciendo”. La niña fue enterrada este miércoles en medio de un profundo dolor.
Lo que se sabe hasta ahora del caso
La investigación ha concluido que Martina Patti, de 23 años, fue a buscar a la niña a la guardería el 13 de junio a las 13:00 horas. La llevó a su casa, un chalet ubicado a las afueras de Catania. Entonces, según explica la propia madre, le dijo a su hija que saldrían a jugar al campo.
En el coche cargó una pala, un azadón y un cuchillo de cocina, además de cinco bolsas de basura de gran grosor. La madre metió a la niña en uno de los sacos y la apuñaló hasta 11 veces con gran crueldad. El ensañamiento revela que cometió el crimen por motivos pasionales, contra el padre de la niña.
“Me di la vuelta y no quise mirar”, es una de las pocas cosas que la parricida ha declarado ante la policía y el juez. La madre juega al despiste asegurando que no recuerda casi nada. Pero la fría planificación del asesinato demuestra que cometió el acto siendo consciente de lo que hacía.
Una muerte lenta y agónica
La jueza de instrucción, Daniela Monaco, ha revelado nuevos detalles que muestran el gran sufrimiento de la niña. “Le propinó múltiples puñaladas y cortes a Elena, que fue víctima de una muerte violenta. Especialmente sangrienta y probablemente lenta, y la niña trató probablemente de oponerse y escapar”.
La jueza ha valorado el crimen como un acto “despiadado” y sin ningún tipo de sentido. “Por qué matar a una niña de tan corta edad, indefensa”, se pregunta Daniela. En sus propias palabras, “es un comportamiento antinatural, repugnante, éticamente inmoral, despreciable, inaceptable bajo ningún contexto”.
Los nuevos detalles han conmocionado aún más a la opinión pública en Italia, donde Elena se ha convertido en una especie de mártir. Su funeral, seguido por una multitud sin precedentes en el lugar, fue retransmitido en directo por Youtube y Facebook. Todo envuelto en un dolor indescriptible.
Celosa, fría y despiadada
La investigación ha revelado la extrema frialdad de la asesina, que tras el crimen volvió a casa, se duchó y se inventó un secuestro. Llamó a los carabinieri explicando que unos encapuchados habían secuestrado a su hija. Además, no tuvo ningún reparo en culpar a su ex del supuesto secuestro.
La policía no tardó en confirmar que la historia de Martina era una patraña, y pasó a ser la principal sospechosa de la desaparición. Tras varias horas de interrogatorio, la mujer se vino abajo y lo confesó todo. Fue entonces cuando reconoció haber matado a su hijo para hacer daño a su exmarido.
Martina y Alessandro se habían separado hacía tiempo, y ella había empezado una relación con otro hombre. El padre de Elena también rehizo su vida junto a otra mujer, y esta hizo muy buenas migas con la niña. Según el entorno, la pequeña nunca quería estar con su madre sino con su padre.
Esto habría ido generando unos celos enfermizos en Martina, que planeó el asesinato de su hija para hacer daño a Alessandro. La violencia vicaria, la que ejercen los padres sobre los hijos, es una forma de violencia de género. En España, el caso de Tomás Gimeno y sus hijas Anna y Olivia ayudaron a visibilizar esta lacra.