Pedro García Aguado tiene a sus espaldas una desconocida historia que casi acaba con su vida. Es conocida su adicción a determinadas sustancias, pero el relato que se esconde detrás no es tan popular.
Este año se han celebrado los Juegos Olímpicos de Tokio 2021. Durante el desarrollo de los mismos, han surgido numerosos debates que han reanimado fantasmas del pasado para muchos.
La retirada de Simon Biles de la competición ha levantado ampollas generando una discusión que enfrenta a la salud mental y la competición. Muchos deportistas sucumben a la presión y cada uno de ellos la gestiona como puede o quiere.
Pedro García, waterpolista de élite, fue una de las grandes promesas del deporte español. Consiguió alzarse como campeón olímpico en los juegos de Atlanta 96 y plata en Barcelona 92. Su trayectoria deportiva está bañada de grandes éxitos, pero también de sombras.
Pedro García Aguado, deportista a todo gas
Antes de formar parte del programa Hermano Mayor, Aguado se forjó como una gran figura del deporte de alto rendimiento del panorama nacional. Su carrera se caracterizó por el esfuerzo y dedicación combinada con una vida personal desenfrenada.
Compaginar la competición y la vida privada es complicado, y más cuando eres una persona joven. En sus memorias, el exdeportista, escribió su experiencia profesional y cómo se entrelazaba con sus vivencias personales. Además, cuenta que su adicción por sustancias nocivas le perjudicó en todos los aspectos de su vida.
En ellas reconoció que su forma de vivir durante aquellos años era propia de personas temerarias y sin límites. Durante el día entrenaba al máximo y durante la noche salía con la misma intensidad sin importarle las consecuencias.
Esta forma de vivir el deporte y la juventud hicieron que se viera envuelto en una vorágine de desenfreno que podría costarle muy caro.
El estilo de vida de Pedro García que se convirtió en su peor pesadilla
Con 21 años y camino a las olimpiadas de Barcelona de 1992, Aguado comenzó a consumir drogas duras que le producía una sensación más satisfactoria que el deporte. Llegó a declarar que la inmediatez y satisfacción de estas fue lo que le hizo decantarse por ellas. Su actividad profesional le producía el mismo efecto pero en menor medida.
No eliminó ninguna de las dos prácticas de su vida. Tal fue el grado de explotación de ambas que le aconsejaron que parase o iba a tener graves consecuencias para su estado de salud.
Aun así, su adicción era un secreto a voces que todo el mundo sabía, pero que nadie quiso parar. Su éxito profesional eclipsaba y tapaba sus hábitos privados.
Un consumo que pasó a ser diario provocando en él consecuencias que ponían en peligro su continuidad en la competición de élite. Esto suponía no solo el final de su vida profesional sino, también, su vida en sí misma.
Todo explotó cuando su entrenador por aquel entonces, Toni Esteller, le recriminó sus actitudes y este le confesó todo. Decidió acudir a un especialista que le aconsejó dejar la rutina lúdica, ya que ponía su vida en un grave peligro.
Tras mucho tiempo de rehabilitación y terapia, consiguió salir del agujero en el que se había sumergido. Además, su retirada del deporte contribuyó a que estas prácticas desaparecieran.
Con la perspectiva que le ha dado el tiempo, confirmó que su victoria personal vale más que cualquier medalla que haya ganado. Una batalla que pocos consiguen vencer como es el caso de su compañero Jesús Rollan.
Pedro García ha repetido en cuantiosas ocasiones que la vida de desenfreno que vivió casi le cuesta un disgusto. Su experiencia le ha valido para ayudar a otras personas y reivindicar los buenos hábitos.