Su sueño era que a los 18 años todos los jóvenes quisieran hacerse donantes de médula antes que sacarse el carnet de conducir. Un 25 de febrero de 2017, Pablo Ráez perdió la batalla contra el cáncer. Pero no la guerra. Cuatro años después su ejemplo ha ayudado a miles de personas en España: hay 80 nuevos donantes de médula cada día en España.
Pablo Ráez, nacido en Marbella en 1996, se ganó un rinconcito en el corazón de todos los españoles por su ejemplo en la lucha contra la leucemia. Su hermana Esther le recuerda cuatro años después de su muerte.
Esther Ráez confiesa que desde que murió Pablo ha cosechado hasta ahora un silencio lleno de pensamientos. «He tenido períodos de oscuridad con él, momentos largos en los que no he querido mirar sus fotos ni sus vídeos ni sus escritos, y sigo sin poder hacerlo. Ha sido una prueba difícil enfrentarme a cuatro años sin mi hermano, cuatro años de condolencias en goteo. Pero cada día que pasa, empiezo a abrazarle más».
Esther cuenta que lo peor para ella fue ver cómo Pablo se degeneraba, cómo cambiaba su aspecto y su mirada se volvía en una tristeza silenciosa. «El cáncer es una enfermedad dura, pero también es poderosamente transformadora», asegura, y confiesa que desde que se fue ha asistido a «la fractura total de mi núcleo familiar».
La hermana de Pablo cuenta que muchas cosas han cambiado. Hace 18 meses tuvo una niña: «Ahora mi hermano es el tito Pablo, y mi madre le ha presentado a mi hija, Sofía, y le cuenta historias sobre él. Le enseña sus fotos y sé que pronto preguntará por él. Será un momento que no puedo imaginar, porque sólo pienso que no seré capaz».
Cuenta que los dos compartían la ilusión por formar sus familias algún día. «Bromeaba con que él lo haría antes que yo», recuerda, «y en su humor más característico, enfermo y casi muerto, me decía que sería él el primero en tener un hijo dado que yo, a los treinta y tantos, todavía no me había lanzado».
Según cuenta, su madre pasó el duelo con mucha paciencia y perseverancia, «con energía titánica para no evaporarse de dolor». Ella asegura haberse sentido culpable de las cosas que no atendió estando él en vida, pero también cree que «tenemos un gran responsabilidad ética y moral con él, porque él quería que fuéramos felices y aceptáramos los cambios. Y con el permiso de mi madre, cuento qué es fue lo último que le dijo: ‘mamá, acepta los cambios’».
Si Pablo pudiera hablar con su sobrina
Para hablar de Pablo utiliza las palabras «generosidad, libertad, respeto y amor». La fuerza de su hija le hace sentir que «el dolor se transforma, sólo hay cosas buenas tras lo traumático una vez entendido el origen». Confía en ser capaz de contarle a Sofía cómo era su tío pequeño, cómo creció con alegría y cómo se convirtió en quien hoy todos conocen.
Le contará, dice, «cómo es de duro vivir sin él y cómo he transformado con terapia y sabiduría el dolor que me produce que no se conozcan, y de cómo enfermó y de por qué murió, para qué». Cree que esto servirá para que Sofía pueda «mirar a su tío Pablo con los ojos del amor de una sobrina y con el abrazo que sé que él tendría preparado para ella».
Esther imagina lo que Pablo le diría a Sofía. «Le diría: Tu tío Pablo te quiere desde antes de que hubieras nacido, y ha ayudado a cientos y cientos de personas a sentirse mejor consigo mismas, a creer en su interior y a respetarse, a ser generosas. Él querría que tú fueras tú, que sacaras todas tus cualidades a la luz y se las entregaras a todos los que quieres. Que te amaras sin condiciones e hicieras deporte, que comieras sano y te enamoraras sin freno. Pablo le dijo a la abuela que aceptara los cambios, y de ahí la más grande de sus semillas. Porque eso mismo es el amor».
Héroe de la lucha contra el cáncer en España
Pablo Ráez era deportista y corredor de carreras, y se hizo popular al mostrar su musculatura en el gimnasio. Estudió Técnico en Conducción de Actividades Físico Deportivas en el Medio Natural. El 26 de marzo de 2015 le diagnosticaron leucemia, y se recuperó tras recibir un trasplante de médula de su padre. Durante los meses siguiente retomó su vida, conoció a su novia y se fue a Londres a trabajar.
En verano de 2016 tuvo una recaída del cáncer y fue de nuevo intervenido gracias a una donante de Estados Unidos. Tras varios días ingresado, publicó en sus redes sociales que la operación no había ido tan bien como esperaban: «La muerte forma parte de la vida, por lo que no hay que temerla, sino amarla».
Desde entonces, empezó una intensa campaña desde sus redes sociales para concienciar sobre la necesidad de donar médula ósea. Su carácter positivo y su lema «Siempre fuerte» le acompañaron en su lucha. Las donaciones en Málaga incrementaron un 1300% en 2016. Pablo falleció el 25 de febrero de 2017. Tenía 20 años.