La vida de Teresa Rivero, de 85 años, ha sido una de las vidas con más contrastes del panorama español en los últimos tiempos. De estar en la cima de la economía española a tener que vivir el desahucio del chalé en el que residía, en Aravaca (Madrid), las pasadas navidades. «Volveré, quiero vivir tranquila en un piso alquilado y baratito», manifestó antes de irse. No se ha vuelto a saber demasiado sobre ella.
Según el medio ‘El Mundo’, actualmente se encuentra residiendo junto a su hija Paloma en Jerez. Paloma, bastante mal vista por parte del clan familiar en el pasado a causa de sus diferencias por su boda con un ciudadano alemán, rehizo su vida tras divorciarse cinco años después del enlace. Actualmente se encuentra casada con un empresario jerezano y, tras los tres hijos que tuvo durante su primer matrimonio, ha sumado dos más del actual. Por lo que se sabe, es Paloma la que se ocupa de su madre.
Teresa Rivero hace muchos años que no dedica tiempo a la prensa. Durante la última etapa en Madrid, se la podía ver en el supermercado o yendo a misa a una iglesia cercana a su domicilio. En aquel momento se especulaba mucho con el desahucio de su vivienda y cuando los periodistas le preguntaron, ella lo afirmo: «Sólo me queda Dios», respondía a los reporteros, dejando ver su austera situación.
La hija de Teresa Rivero, Paloma, colmó las portadas de las noticias cuando en 1989 trató de estampar un tartazo a la cara de Isabel Preysler cuando ésta entraba a la consulta de su ginecólogo cuando estaba embarazada de su quinto hijo, que sería Ana Boyer. Todo ese teatro formaba parte de los excéntricos números que protagonizaban el clan Ruíz-Mateos, pues trataban de llevar a cabo una campaña en la que quería dar a entender a la gente que el Gobierno del momento les perseguía injustamente.
Paloma cursó numerosos estudios superiores y posteriormente montó una consulta privada en Sevilla como asesora matrimonial. En dicha consulta organizaba cursos sobre sexología, de lo que también puede presumir de tener estudios cursados.
Teresa Rivero ha tenido una vida de contrastes
Como comentábamos, la vida de Teresa Rivero ha sido una vida de absolutos contrastes. Fue esposa del presidente de Rumasa, José María Ruíz-Mateos, con el que tuvo 13 hijos. Poco se conoce sobre su vida laboral, salvo que fue presidenta del club de fútbol Rayo Vallecano.
Según ‘El Mundo’, Rivero no tiene casa propia, como tampoco percibe ningún tipo de pensión. Sus hijos varones —seis— se encuentran en prisión por los delitos de estafa, alzamiento de bienes y blanqueo de capitales. Actualmente Teresa no puede ir a visitar a sus hijos, pues la alerta sanitaria por el coronavirus no lo permite por posible contagio.
Desgraciadamente, la hija mayor del matrimonio —Socorro— falleció en el año 2017 a causa de un cáncer. Las otras hijas que tiene no se han visto involucradas en los autos judiciales que han llevado a presidio a sus hermanos, por lo que gozan de libertad.
Tras los fallos de los jueces, en los que se expropiaba de casi todos sus bienes al clan Ruíz-Mateos, el matrimonio pasó a vivir en el chalé que tenía su hijo Alfonso en la calle Rigel, en Aravaca.
El descubrimiento de la hija ilegítima de José María Ruíz-Mateos
La situación sentimental con su marido se vio devastada al conocer que existía una hija más del empresario durante su matrimonio con Rivero. Pese a que le había dado todo su amor y admiración incondicional, Teresa, al conocer la noticia sobre la hija ilegítima fuera del matrimonio, empezó a detestar a su marido aunque tuvo que seguir viviendo con él por imperativo de los jueces.
Además, tuvo que pasar por el mal trago de tener que desenterrar los restos de José María y comprobar que el ADN del supuesto padre coincidía con la demandante.
Para Adela, la hija ilegítima de Ruíz-Mateos, el conocer legalmente que su padre era José María no le conllevó todo lo que imaginaba. No tuvo acceso a un solo euro de la herencia y, además, pasó a heredar las deudas atesoradas por el padre. Poco después renunciaba a llevar el apellido de su padre y se marchó a Estados Unidos, de donde no se ha conocido más de ella.
En su última etapa de convivencia con su marido, cada uno vivía en un piso del chalé y no se veían apenas. Teresa siempre defendió que sus hijos eran inocentes y que «era mi marido quien lo hacía todo».
La única persona de la familia que estuvo con José María hasta el final fue Socorro. Ella defendía que eran sus hermanos los que habían engañado a su padre y que si alguien sabía donde estaba al fortuna que habían estafado con los proyectos de Rumasa y Nueva Rumasa eran ellos. Sobre su hija, Teresa Rivero llegó a decir que «es una bruja».