Uno puedo planear su boda a conciencia durante meses para que todo salga perfecto, y luego las cosas salen como salen. Ya se sabe que el hombre propone y dios dispone. Y eso es así para todos, da igual que uno sea el Príncipe de Asturias, futuro Rey de España, y la suya sea una boda de estado.
Hoy hace dieciséis años que el rey Felipe VI y doña Letizia se daban el sí quiero en la madrileña catedral de la Almudena."La boda del siglo" titulaban los periódicos. El cuento de la Cenicienta. El triunfo del amor entre un príncipe y una plebeya. Todo estaba medido al milímetro para que saliese perfecto. Pero siempre pueden surgir imprevistos.
Un enlace cuajado de anécdotas
El evento real estaba perfectamente guionizado. Lo que no sabemos es si el guionista era republicano. La ceremonia comenzó a torcerse desde el principio.
Aquel veintidós de mayo del 2004 lo primero que falló fue el cielo. Cuando la novia salió del palacio real comenzó a caer el diluvio universal. El paseíllo de Letizia hasta el altar quedó deslucido y completamente pasado por agua.
Después del aguacero algunos debieron pensar, ¿qué más puede salir mal? Letizia se levantó aquella mañana con un resfriado de caballo. Ya fuese debido a su enfermedad o a los nervios de los días previos la futura reina adelgazó varios kilos de golpe. El vestido de novia diseñado porPertegaz tuvo que ser reajustado en el último momento.
La ocurrencia de Felipe Juan Froilán de cocear a una de sus primas durante la liturgia religiosa se vivió como una inocente gamberrada perfectamente justificable. «Al fin y al cabo son solo niños», pensamos todos.
Menos gracia le debió hacer a Don Juan Carlos que Víctor Manuel de Saboya y Amadeo de Aosta se enzarzasen en una pelea a puñetazos durante el banquete por un quítame allá los derechos sucesorios al inexistente trono de Italia.
Algún ladrón entre la aristocracia europea
Por si todo lo anterior fuese poco ahora hemos conocido que tras el convite desaparecieron cubiertos, platos para el pan y saleros, todos ellos de plata. Fuese para llevarse a casa un bonito recuerdo o por cleptomanía, parece que entre los miembros de las casas reales hay más de uno y más de dos con las manos muy largas.