Yan Li-Meng se ha hecho famosa por ser la científica china que huyó de su país para contar la verdad del Coronavirus. Hasta ahora ha ido dando pequeñas píldoras sobre cómo apareció el virus en China en diciembre de 2019 y cómo se ocultó al resto del mundo, pero se negaba a desvelar de dónde había salido el SARS-CoV-2 exactamente.
Ahora, por fin, la viróloga rompe su silencio y destapa la caja de los truenos al afirmar que el Covid-19 se fabricó en un laboratorio militar perteneciente al Ejército Popular de Liberación del Partido Comunista Chino.
Li-Menga ha reconocido que tenía miedo de que la mataran o la hicieran desaparecer a raíz de las amenazas que recibía por todo lo que sabe sobre el origen del Coronavirus. Ahora afirma que mientras analizaba la transmisión de este patógeno en la Escuela de Salud Pública de Hong Kong, descubrió que el Covid-19 provenía de un laboratorio vinculado al ejército chino.
En su opinión, el mercado de Wuhan se utilizó como un señuelo, pero el virus se origina en los laboratorios y de alguna manera pasa de animales a humanos. La científica ya había acusado al gobierno chino de encubrir el brote inicial en Wuhan, y aseguró haber visto a médicos y a pacientes inocentes expuestos al virus altamente contagioso.
En su relato especifica que su jefes no la tomaron en serio y, cuando empezó a avanzar en sus investigaciones, recibió amenazas: «No traspases la línea roja», le dijeron. Incluso llegó a ser relevada de sus funciones por su jefe. Fue entonces cuando decidió abandonar el país para contar la verdad del Coronavirus, siempre según su propia versión.
Y es que la Universidad de Hong Kong sostiene que Li-Meng no llevó a cabo ninguna investigación sobre la transmisión de la enfermedad en 2019 y 2020, y que sus afirmaciones no concuerdan con los hechos.
Grave acusación
La doctora llegó a Estados Unidos en abril y se dio a conocer por una declaraciones en Fox News en las que revelaba parte de la historia. Según su relato, su jefe le encargó una investigación secreta sobre un nuevo virus parecido al SARS en Wuhan el 31 de diciembre, y a través de varios de sus contactos fue descubriendo la incómoda realidad.
Afirma que al entregar más pruebas a sus superiores le advirtieron de que tuviera cuidado. Su conciencia le pidió abandonar el país hacia un lugar de Estados Unidos no revelado, desde donde se siente con la responsabilidad de contar la verdad al mundo.
Las afirmaciones de Li-Meng suponen ahora un problema de imagen para el gobierno chino, que desde el inicio de la pandemia trata de desmontar las acusaciones que se vierten sobre su oscurantismo y sus intentos de frenar las llamadas de alarma en las primeras semanas del coronavirus. La nueva acusación de Li-Meng, sin embargo, va mucho más allá.